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—Toma esto

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—Toma esto. —Azen me extendió un cubrebocas.

—¿Tú también piensas qué es mi padre? ¿Debo esconderme de él?

—Es protocolo de la agencia —respondió—. Recuerda que este era un laboratorio y nuestra explosión pudo ocasionar, que varios químicos contaminaran el aire.

Desvíe la mirada y lo usé. Azen me miro divertido y se colocó la suya. Entramos con cautela, hasta encontrarnos con un grupo de hombres armados resguardando la puerta de una bóveda casi intacta, ahí debía estar lo que buscábamos. Azen descubrió una abertura en una pared lateral por donde podíamos ver sin arriesgarnos demasiado. Se colocó las gafas con aumento y asomó la mirada.

—Uno de ellos tiene el antiguo escudo de tu familia en su anillo, el grifo dorado —mencionó en voz baja.

Era imposible, solo se usó hasta la generación de mi abuelo. Cuando mi padre tomó el puesto de cabeza de familia, poco después de casarse con mi madre, lo cambiaron a nuestro actual escudo, la quimera escarlata.

Para asegurarme me asomé tomando las gafas de Azen, pero estas cayeron al suelo revelando nuestra posición y tuvimos que correr.

En medio de la persecución, logré observar a uno de ellos con el anillo, este ocultaba su rostro detrás de una capa negra.

Mientras nos ocultábamos intercambiando disparos con aquellos sujetos, decidí lanzarme en medio del fuego cruzado para poder llegar hasta mi objetivo. Azen me gritó varias veces que dejará de hacer locuras, pero mi curiosidad era mayor. Me quité el cubrebocas y fui hacia nuestros enemigos sin dudar. Aquel jefe con el anillo en su poder, levantó una mano para detener a sus hombres, un escalofrío invadió mi cuerpo al pensar que me reconoció porque era mi padre.

Me abrieron paso y pude llegar frente él. Aunque solo lograba ver sus ojos, podía distinguir que eran idénticos a los míos, pero a la vez muy diferentes, en ellos veía una mirada turbia, vacía, pero cargada de ira. Sin medir el peligro le arrebaté la capucha para observar su rostro con claridad.

—Tío —pronuncié apenas con un hilo de voz.

El hermano mayor de mi padre, murió años antes de mi nacimiento. Solo lo reconocí por los retratos en casa, era él y estaba con vida.

—Mi querida sobrina —pronunció tratando de tocar mi rostro, pero un disparo chocó contra su anillo desviando su mano.

Azen dio en el blanco y logró despertarme del trance, desenfundé mi arma y le apunté a la cabeza. Al mismo tiempo sus hombres nos apuntaron desde varias direcciones.

—¡Diles que lo dejen en paz! —le advertí.

—Igual que tu padre, incluso en esta situación te preocupas por otros —volvió a hablar e hizo una señal para que dejarán de apuntarme y se centrarán en Azen.

—Eres el creador de la bacteria ¿Qué quieres conseguir? —le cuestioné sin dejar de apuntarle.

—Así que vienés por información —habló tranquilamente sin tomarme importancia—. Entonces, comprobemos qué tan capaz eres. Dispara a tu compañero y te daré la información que buscas —condicionó señalando un maletín cerca suyo.

Estaba confundida por su forma de actuar. Hasta que mencionó algo más.

—Si no puedes, déjame enseñarte —sacó un arma y apuntó hacia Azen.

Aquello parecía ser un juego macabro para manipularme, pero se equivocaba de persona. No me importaba si era un familiar, ya había decidido de qué lado estaba.

Disparé a su muñeca derribando su pistola, me agaché para tomar el maletín y salí corriendo en dirección hacia Azen, nuevamente poniéndome en medio del fuego cruzado.

—¡Danica! —Azen me reprochó cuando volvimos a correr buscando un lugar seguro—. ¿Estás loca por qué siempre corres hacia el peligro? Eres tan imprudente como Lya —comentó cuando conseguimos ocultarnos en una de las bóvedas.

—¿Realmente eres Nathan?

—Primero salgamos de aquí.

No fue una respuesta, pero su mirada era suficiente para confirmarlo, Nathan, reencarnó como mi amigo de la infancia, Azen. Él tomó el maletín en mis manos y buscó una salida que nos alejó de ahí por un túnel, en poco tiempo.

Habíamos logrado obtener los archivos sobre la bacteria, sin embargo, el hallazgo que más le interesó a la agencia, fue que mi tío estuviera vivo. Debían replantear sus estrategias y resolver cuál sería su nuevo objetivo de investigación, pero por el momento todo era algarabía.

—Hicieron un buen trabajo, oficialmente pertenecen a la agencia. A partir de ahora serán conocidos como Agente A. y Agente D. ¡Bienvenidos a Parabellum!

Nos entregaron los broches distintivos de la agencia, reconociéndonos como sus nuevos agentes. La celebración para los recién llegados comenzaba, pero había algo más importante.

—¿Debo llamarte Azen o Nathan?

—Aunque soy ambos, en esta vida me conoces como Azen.

—Mi tonto amigo, te extrañé —confesé abrazándolo.

—¿Cómo? Si siempre estuve aquí —bromeó en respuesta correspondiendo el abrazo—. También te extrañé. 


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Agente D. #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora