1. 9 de Julio, martes: La petición de Draco

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¡Hey! ¡Aquí está el tercer libro! Todavía necesito que alguien me edite la portada (mandadme MD si estáis interesados, os daré más detalles) pero decidí publicarlo ya aunque no la tuviera. Disfrutad.


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Los últimos rayos de sol se filtraban en la habitación a través de las viejas cortinas azules, mientras Harry contemplaba el desorden de todas sus cosas en el suelo. Sabiendo que dejaría a los Dursley, y esta vez para siempre, en una semana, no se había molestado en deshacer la maleta nada más llegar. Sin embargo, ahora que por fin había llegado el día, se encontró inquieto y, quizá por primera vez en su vida, vació por completo su baúl.

Y se había sorprendido al ver lo mucho, o lo poco, que realmente poseía, y cómo, una vez sacado, toda su presencia desaparecía de la casa en la que había vivido casi toda su vida. "Y no volveré jamás", se dijo mientras se ponía de rodillas.

Empezó a empaquetar, dedicando más tiempo a examinar sus cosas que a guardarlas adecuadamente. Dobló su ropa y la metió en el caldero, luego lo colocó sobre el baúl antes de pasar a apilar sus libros en un rincón. Se detuvo al llegar a los Cuentos de Beedle el Bardo, y con un pulgar acarició la cubierta azul mientras sus ojos se desviaban hacia la jaula de Hedwig.

Ella lo miró con serenos ojos amarillos y soltó un chirrido, en un tono casi regañón, que hizo que Harry volviera a bajar la vista hacia el libro, colocándolo en la pila antes de coger su fajo de viejas cartas.

Tal vez fuera una tontería por su parte, pero Harry conservaba todas y cada una de las cartas que recibía, ya fueran listas de libros, acuerdos de reuniones con Sirius o saludos de sus amigos. La primera de ellas era, por supuesto, su admisión en Hogwarts, que le había cambiado la vida.

La última también trajo cambios, marcando el fin de sus días con los Dursley y el comienzo de su vida con Sirius, una vez que lo recogieran. Se sorprendió al oír que sería Dumbledore quien lo haría, pero se alegró de todos modos.

Aun así, la mente de Harry no estaba en esa carta, sino en la anterior, entregada seis días atrás por Cepheus. Después de dejar descansar a la lechuza dentro de la jaula de Hedwig, Harry se había sentado a leer la carta, que ahora se sabía de memoria.


Harry,

El juicio de mi padre es en unas horas y en vez de prepararme estoy aquí escribiéndote sin tiempo ni una buena razón para hacerlo.

Ya sé cuál será el veredicto y cuál no. No hay razón suficiente para un beso, y no hay posibilidad de libertad ni ahora ni en un futuro próximo. Tal vez ni siquiera en un futuro lejano, ahora que el nuevo Ministro intenta corregir todos los errores de Fudge.

No me hago ilusiones, ya sé lo que va a pasar, he pensado todo el juicio en mi cabeza, lo que va a decir todo el mundo.

Entonces, ¿por qué estoy tan inquieto? ¿Por qué una pequeña parte de mí sigue pensando que mi padre volverá con nosotros esta noche? Sé que no sucederá, pero parece que soy incapaz de ahuyentar ese pensamiento inútil.

Y sobre todo, tengo miedo de verle. Mi madre ha conseguido concertar una cita con él, justo unos momentos antes del juicio. Debería alegrarme por ello, por verle antes de que le echen, pero no puedo hacerlo, Harry.

Es culpa mía que esté allí, no importa lo que intentes decir, no importan las bonitas palabras que me escribas. Le veré y sabré que es culpa mía, pero no se lo diré, y espero que nunca se entere.

Donde Harry y Draco atraviesan una mala racha y todo es culpa de NottDonde viven las historias. Descúbrelo ahora