5. 1 de Septiembre, domingo: No hablemos

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Tened a mano un pañuelo...


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Se sentía raro dejando cosas atrás ahora que tenía una habitación que podía llamar suya, pero después de echar un vistazo a su baúl vacío Harry se dio cuenta de que no había necesidad de llevar consigo todos sus libros viejos. Quizás los del curso pasado podrían ser útiles, con la excepción de la basura que Umbridge les había hecho usar, pero desde luego no necesitaba su libro de Adivinación.

Con esa idea en mente, se acercó a la estantería que había junto a su cama y sacó sólo aquellos que creía que podían venirle bien, para luego guardarlos en su baúl junto a los nuevos del curso y el que Tonks le había regalado. Los examinó todos obedientemente, deteniéndose sólo cuando llegó al pequeño libro azul. Lo sacó y lo sostuvo en una mano, con el pulgar acariciando la cubierta.

Draco no había escrito. Harry no esperaba que lo hiciera. Ansiaba si, pero no esperaba, no después del abrupto encuentro en el callejón Diagon en el que no podía dejar de pensar. Así que la falta de lechuzas entrantes ya no era sorprendente, pero seguía inquietando a Harry.

"No pasa nada, hoy lo veremos, ¿verdad?", le dijo a Hedwig, que se limitó a parpadear. "Y por fin hablaremos...". Harry frunció el ceño y miró el libro. Llevaba dos meses esperando para hablar con Draco, pero ahora que había llegado el momento...

Sacudió la cabeza. "Estoy siendo estúpido". No había razón para temer hablar con su novio, que no le había hablado en dos meses sin razón aparente, y luego actuaba de forma completamente diferente a la habitual cuando se encontraban.

Hedwig chirrió, haciéndole mirar el reloj. Mierda. Si seguía soñando despierto, llegaría tarde. Se apresuró a empaquetar su ropa, dejando de lado una chaqueta negra para ponérsela apresuradamente junto con la bufanda verde que se había convertido en lo habitual para él, y guardó la placa y otras cosas importantes dentro de la cajita con un amuleto protector que Remus le había regalado.

Su baúl rebotó en los escalones mientras corría escaleras abajo, Hedwig piaba en protesta desde la jaula que columpiaba en su otra mano. El alboroto alertó a Sirius y Remus, haciéndoles detener su conversación en voz baja al pie de la escalera.

"¡Harry!" dijo Sirius, un poco demasiado alegre. "Ahí estás."

"¿De qué hablaban?", preguntó Harry.

Remus hizo un gesto con la mano en señal de despido. "Nada de lo que tengas que preocuparte, Harry. Ahora, ven", se agachó para coger el baúl y luego se enderezó con facilidad. "No queremos llegar tarde".

Desde luego que no. Harry siguió a la pareja fuera de la casa, lanzando una última mirada por encima del hombro antes de que la puerta se cerrara. Era extraño dejar un lugar al que no le importaría volver, al que incluso adoraría, un lugar que echaría de menos que no fuera Hogwarts.

Un hogar.

"Han enviado a toda la caballería, por lo que veo", oyó decir a Sirius. Su padrino miraba divertido el elegante coche negro aparcado delante de la casa, y luego se volvió hacia la mujer de túnica roja que estaba junto a la puerta abierta. Sirius sonrió y la mujer se sobresaltó y se ocupó rápidamente de guardar el baúl de Harry.

Remus los hizo entrar en el coche. "No molestes a los aurores, Sirius", dijo severamente mientras ayudaba a Harry a colocar la jaula de Hedwig a su lado en el asiento. Lo habían agrandado mágicamente para que cupieran más personas, hasta el punto de que ahora parecía un sofá moderno.

Una vez estuvieron todos listos y el coche se puso en marcha, Remus cerró la mampara que los separaba de los aurores y miró a Harry. "El Ministerio te ha concedido el estatus de seguridad de alto grado-".

Donde Harry y Draco atraviesan una mala racha y todo es culpa de NottDonde viven las historias. Descúbrelo ahora