Capítulo 1

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Mario llevaba algún tiempo desempleado, la pandemia le quitó el trabajo que tanto amaba: un empleo estable en una oficina cerca de su casa, que le permitía estar cerca de su familia y con un muy buen sueldo, con el cual podía darle a su esposa e hijo una vida holgada, sin preocupaciones económicas, sin embargo, con la contingencia sanitaria, todo se vino abajo, pues la compañía se fue a la banca rota.

Mario comenzó a gastar los pocos ahorros que tenía, trató en incontables ocasiones de iniciar un negocio pero, con la economía decaída por la crisis de salud, aquellos intentos murieron incluso antes de empezar.

El dinero se agotaba, Mario lucía cada vez más desesperado por no poder dar a su familia la vida que merecían y a la que él los había acostumbrado; mientras tanto su esposa, Gloria, miraba al amor de su vida caer cada vez más bajo, deprimido, haciendo lo posible por sentirse útil en casa, por volver a sentirse como un hombre.

En muchas ocasiones Gloria se había ofrecido ayudarle, quizás vendiendo comida, pan o galletas podría contribuir con algo en la economía familiar, sin embargo, Mario se negaba rotundamente, pues él creía que era su deber, como hombre de la casa, mantener a su familia.

Con el paso del tiempo la pandemia terminó y Mario salió a las calles a buscar trabajo. Se duchaba por las mañanas, se arreglaba y salía de la casa, con la actitud de un conquistador a punto de descubrir un nuevo continente y obsequiarlo a su amada esposa, sin embargo, por las noches, regresaba a casa con la vista clavada en el suelo, abatido por los constantes y repetitivos rechazos, hasta que un día, simple y sencillamente dejó de salir de casa, trató de encontrar empleo por internet, en anuncios clasificados y bolsas de trabajo, pero los resultados seguían siendo los mismos.

Una mañana, gloria estuvo a punto de salir a hacer la compra semanal de vivieres, cuando miró la cuenta de banco en la app del teléfono y, con un sobresalto, se dio cuenta de que el dinero que tenían no bastaría para terminar la semana. Miró a su esposo, tenía el rostro sucio, mostrando la barba de un par de días, despeinado, con ojeras prominentes a consecuencia de no haber dormido bien; miró a su hijo, triste por ver que su padre no era el mismo de antes, ya no jugaba con él, ya no reía ni veían los partidos de futbol juntos. Gloria supo que tenía que hacer algo, aunque ciertamente, no estaba muy segura de qué, pero tomó su bolso y salió de la casa.

- Voy a hacer la compra, regreso en un rato - dijo antes de salir, pero no recibió respuesta de su esposo, quien nuevamente se encontraba ensimismado, abrumado por sus propios pensamientos.

Fuera de la casa, Gloria se sentó en la banca de un parque cercano y se dedicó a revisar sus contactos, hizo algunas llamadas para solicitar a sus amigos y conocidos ayuda para que su marido encontrara trabajo y, tras algunos minutos llevando a cabo esa actividad, se encontró con el número de un viejo compañero de preparatoria, Rubén. Abrió la foto de su perfil y se encontró con un hombre que para ese entonces ya contaba con más de treinta años, a pesar de ser joven su pelo contaba con bastantes canas, tenia una barba prominente pero bien recortada, vestía traje y corbata y, aunque nunca lo admitiría, lucía muy atractivo. No lo pensó mucho antes de presionar el botón de llamada y esperó.

- Bueno

- Hola Rubén, no se si me recuerdes, soy Gloria, Gloria Suárez, íbamos juntos en...

- En la prepa, claro que te recuerdo Gloria, que gusto escuchar tu voz ¿Cómo has estado?

- Bien, bueno, no tanto, con la pandemia... me da un poco de pena, no hemos hablado desde la prepa y ahora te llamó para pedirte ayuda, tal vez no debería... lo siento... no debí...

- Gloria ¿Estás bien? te escuchas muy angustiada, por favor dime ¿Qué puedo hacer por ti? eramos buenos amigos en la prepa y si te puedo ayudar, con todo gusto lo voy a hacer.

Gloria: una historia de sumisiónWhere stories live. Discover now