― ¿qué se siente? ❜

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10 de julio de 2014

No sabía muy bien que hacía en el cementerio. El día anterior, Argentina había ganado su pase a la final, y ahora enfrentarían a Alemania. Otra final con aquel país, luego de tantos años. Y tal vez era porque los recuerdos inundaron su mente y las imágenes de las dos finales contra el país europeo que había visto junto a aquel castaño de ojos marrones invadieron sus pensamientos, causando un terrible sentimiento de arrepentimiento en su corazón. Se colocó de cuclillas frente a la tumba. La lápida estaba bastante descuidada, y no pudo evitar pensar en la culpa que lo consumía por no haber ido durante tantos años

— ¿Enzo? —pregunta una voz familiar detrás de él.

El mencionado se para con algo de dificultad y algunos quejidos por el dolor en su cintura, y se da vuelta. Una mujer de unos cuarenta y tantos esta frente a él. Tiene algunas arrugas alrededor de los ojos, y sus líneas de expresión están más marcadas que la última vez que la vio, pero reconoce su mirada inmediatamente.

— Emilia. Tanto tiempo...

La mujer rubia sonríe — Años, diría yo. No esperaba verte por acá.

— Veinte años pasan rápido.

— ¿Tanto ya desde la última vez que nos vimos?

Enzo asiente— La última vez fue en el hospital.

— Oh... esa vez.

— Si...

Un silencio incómodo se forma entre ambos, y los ojos del azabache viajan hacia la lápida. El mármol se ve bastante descuidado, y apenas se puede leer el apellido "Álvarez" en ella.

— ¿Venís seguido por acá? —pregunta el hombre, tratando de no pensar en ello.

La chica asiente con la cabeza— No tanto como me gustaría, pero una vez al año en estas fechas por lo menos... sabes que era como un hermano para mí.

Es el turno de Enzo de asentir. «Para mí también» no puede evitar pensar.

— Siento pena por Julián, ¿sabes?

Un suspiro escapó de los labios del azabache— Era muy joven.

— Todos éramos jóvenes, Enzo. Ni vos ni yo podíamos ayudarlo.

Y aunque sabe que la chica desconoce todo el contexto, todo lo qué pasó entre ellos, intenta que las palabras de la fémina lo tranquilicen, que le quiten el peso de encima.

— Ni siquiera pudimos ayudarlo a cumplir su deseo. Soy un amigo de mierda.

— Culparte no va a hacer que él vuelva a la vida.

— No. Pero Julián pudo haber visto a su hermano una última vez. Y no pudo, no pudo porque la familia lo rechazó y lo alejó, y yo también. Y no me importo que haya confiado en mí, lo aparte de mi vida. Cuando vos me llamaste ese día, diciéndome lo del accidente y fui al hospital, lo vi a lo lejos, con un paraguas y mirándose los pies. Levantó la cabeza un segundo y me vio. Y yo, en vez de invitarlo a pasar, ayudarlo, entre y lo deje afuera. Fue la última vez que lo vi, a él, a vos, a toda su familia.

— Era lo normal en esa época, ¿no? Pensábamos que por respirar el mismo aire nos podíamos contagiar. La gente le tiene miedo a lo que no entiende.

Enzo nunca se había entendido a sí mismo. Enzo le tenía miedo a sus sentimientos.

Dicen que cuando nos enfrentamos a lo que desconocemos, nos damos cuenta como las personas actúan frente a situaciones poco conocidas, demostrándonos que tan cruel puede llegar a ser el ser humano ante aquello que lo avergüenza.

Enzo había evitado a Julián durante años, no solo de forma física, sino que también de forma mental. La primera vez que se permitió pensar en él fue después de dieciséis años desde la última vez que habían hablado, irónicamente, durante un mundial. Otro mundial que había pasado sin Julián, otro mundial que habían perdido. 

☆ ;; '22 '78 '86 ⎯⎯ EnzulianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora