Divine Madness

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Un día después, Harry se encontraba seleccionando con cuidado las píldoras del día, aquellas que el señor Tomlinson consumiría puntualmente a las doce del mediodía. La noche anterior, el hombre había despertado en medio de angustiosos clamores por medicina, llevando a Harry a una decisión inevitable: sedarlo, ya que incluso con todas las pastillas permitidas, el dolor persistía implacable.

Al recobrar la conciencia, Louis, aún envuelto en los vapores de la anestesia, soltó una risa irónica al ser interrogado por su estado. Le informó a Harry que lo presenciado en la madrugada era solo un preludio, ya que el insoportable, lo vería con suerte en unos días.

Harry, silencioso, no pudo contradecirlo, aunque no albergaba dudas sobre la autenticidad del dolor. Sin embargo, temía no poder manejar la carga que ello implicaba.

Las manecillas del reloj de péndulo, colgado en su habitación, marcaban las nueve en punto. Pacientemente aguardaba la hora de las píldoras, precursoras de su siguiente tarea: preparar la comida. Con ojos enrojecidos por la privación de sueño, derivada del incidente nocturno con el señor Tomlinson, retornó a su cama después de que este se recostó por segunda vez. La conciliación del sueño resultó esquiva, atormentado por la preocupación. Cuando finalmente lo logró, un débil estornudo en el porche al alba lo sobresaltó, impulsándolo a correr hacia la habitación de Louis, quien apenas se removió entre las sábanas.

Con valentía, descendió a la planta baja y abrió la puerta con temor, solo para encontrarse con un hombre de unos cincuenta años con atuendo de jardinería. Tras presentarse, el hombre mencionó que luego de abordar la parte frontal de la casa, se dirigiría al jardín, sin más detalles, sumergiéndose en su labor. Harry, manteniendo una prudencial distancia, asintió y regresó a su habitación para seguir lamentándose al no poder conciliar el sueño.

Volviendo al presente, escuchó un 'Harry, ¿puedes venir?' proveniente del pasillo y suspiró profundamente antes de dirigirse hacia la puerta.

Otro asunto que lo aqueja internamente es el insaciable deseo del señor Tomlinson por tenerlo cerca, soltaba halagos repentinos, palabras cariñosas y frases dignas de un poeta victoriano, poseía una boca de oro, una que lo hacía estremecer apenas emitía un par de palabras. Una labia envidiable si es honesto.

Y él, bueno, él suele ser muy débil, aunque debe estar orgulloso consigo mismo por no seguirle el juego, apenas y contesta a sus insinuaciones. No le sigue el hilo. Es un hombre heterosexual casado que está aburrido y juega con lo primero que tiene a su alcance, ¿cómo podría hacer caso? Todo podría ser una broma, y si él cae —cosa que ya hizo hace un par de noches y de lo cual está sumamente arrepentido— el señor Tomlinson podría acusarlo, demandando que lo encierren, arrojándolo a la intemperie para que se lo coman vivo, y con el más válido testimonio, delatándolo como un hombre gay.

Tiene todo que perder, se juega la vida, cada día, cada hora, a cada movimiento dado, a cada respiro entregado, su vida depende de cuán persistente es, y si es sincero, no cree aguantar tanto.

Aunque actualmente se ocultaba, urdía la búsqueda de un médico corrupto dispuesto a realizar una operación clandestina, con la promesa de un silencio comprado. Consciente de la dificultad de confiar en alguien, comprendía que nadie guardaría silencio por altruismo cuando el oro podía hablar más fuerte. Pero era un riesgo que debía asumir, uno que, de triunfar, podría devolverle cierta normalidad a su existencia. Maldición, incluso comenzaba a hablar en términos de ellos.

Contemplaba la posibilidad de un matrimonio, con hijos propios o adoptados. A pesar de las incógnitas que la operación planteaba sobre su fertilidad, no está seguro que su semen funcione incluso ahora. Consideraba también la opción de casarse con una mujer ya madre, cuyos hijos podrían ser convenientes para ocultar su verdadera naturaleza. Tendría una 'familia', aunque fuera una farsa que llevaría hasta su último aliento. Viviría, aunque triste y en agonía, al menos viviría.

In Memory Of Those Who Chose The SeaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora