Moonless Earth Theory

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Despertó con una suavidad casi etérea, en la quietud tibia que las sábanas ofrecían. Sus párpados se entreabrieron lentamente, revelando un par de ojos verdes que comenzaron a escrutar el entorno. Los primeros momentos los pasó observando la habitación con una calma ensueñada, pero pronto sus ojos se abrieron de par en par al no reconocer los muebles ni las paredes que lo rodeaban.

Antes de tener tiempo de liberarse de las sábanas, ya estaba de pie, exaltado y perplejo.

Por fortuna, los recuerdos del día anterior irrumpieron en su mente de repente.

Ah, qué día había sido.

Bostezó mientras su corazón, antes agitado, comenzaba a encontrar su ritmo. El miedo, aunque a veces irracional, parecía ser un compañero constante. Revolvió sus mechones rizados y dejó que su espalda cayera de nuevo sobre el colchón y las almohadas, buscando unos minutos más de reposo.

Aunque sí descansó un poco más, las responsabilidades lo llamaban, y alejó el sueño y el cansancio de su mente, decidido a apartar definitivamente las sábanas.

Un estremecimiento recorrió su cuerpo al enfrentarse al frío que acariciaba su piel, un contraste con la tibieza de su refugio. La incongruencia del clima se desvaneció al abandonar la cama ya que al abrir las cortinas, se reveló un sol radiante que acariciaba el verde del césped y la majestuosidad de los árboles circundantes. Un día soleado que aún no se sentía en todo su esplendor debido al frío latente.

Su atención abandono el clima para dirigirse al elegante automóvil negro que se acercaba por el sendero. Frunció el ceño en curiosidad, pero se le helo la sangre al comprender las posibilidades. ¿Nazis, extremistas, religiosos adherentes a la normativa de la familia perfecta inglesa, personas que no tenían escrúpulos en entregarlo a los desquiciados que lo persiguen o acaso médicos en busca de un sujeto de prueba? O tal vez solo el hombre de la despensa, ¿acaso hoy era martes?

Para su tranquilidad, el auto reveló su contenido poco después: un hombre anciano, elegante y con una gran caja en la maletera. Observó la breve travesía hasta la puerta, el eco de un timbre se escuchó provenir desde la entrada.

Harry no le tomó importancia y con una toalla y un frasco de champú en mano, planeaba encaminarse a tomar una ducha. Sin embargo, su intención permaneció como eso, una intención, ya que fue descartada por el persistente timbre que sonó otra vez. Recordó en ese instante las palabras de la señora Tomlinson: sin personas de servicio debido al capricho del señor. Abrir la puerta y recibir al, espera, agradable visitante se convirtió en una necesidad impuesta por las circunstancias.

No está acostumbrado a hacer eso si es honesto, generalmente solo hace su trabajo y ya. Pero ahora que lo piensa, ese debe ser el porqué de las 20 libras al mes en su contrato. Tuvo que suponerlo la tarde anterior, no sabe donde tenía la cabeza cuando se le informó aquello, es muy probable que la actitud demandante de Ginebra Tomlinson y el evidente nerviosismo que lo acarreo hayan influido en su decisión. No es como si se hubiera negado, estaba desesperado.

Salió de la habitación con destino a la puerta principal, la luz del día traspasaba las ventanas altas, pudo observar con mayor precisión los detalles que completan a la mansión, porque a su criterio eso es lo que es.

Pero ya tendría tiempo para centrarse con atención en los detalles luego, ahora su prioridad era atender a aquel hombre que llevaba un buen rato afuera, y con el gélido clima, no puede ser tan cruel de hacerlo pasar por tal tortura.

El recorrido hacia la primera planta no fue tan tedioso como lo fue la noche anterior, abrió la puerta con éxito y el anciano suspiró, agradecido.

"Veo que obtuviste el puesto, muchacho." Fue lo primero que dijo el hombre canoso, las arrugas de su rostro se hicieron evidentes, resultado de la sonrisa que portaba.

In Memory Of Those Who Chose The SeaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora