L' appel du vide

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La oscuridad del exterior se cernía sobre él, imponente y envolvente. Sin embargo, poseía una serenidad que acariciaba su alma con un abrazo de familiaridad, un hechizo hipnótico en su constancia eterna. La brisa gélida, como un susurro etéreo de un destino ineludible, rozaba su piel, despertando en él la conciencia de su propia humanidad, un eco distante pero persistente de su existencia.

Las piedras bajo sus pies, ásperas y frías, se alzaban como testigos mudos de su tormento, tan reales en su crudeza que parecían burlarse de su desesperación. El borde del risco, ese abismo que se extendía como una continuación inevitable de su sufrimiento, se ofrecía ante él con una promesa tentadora, y no vaciló mucho antes de dejarse caer en sus brazos.

¿Es el suicidio un acto de locura o una revelación de lucidez?

Porque él lo recuerda todo, y recordar es como clavar una estaca en una herida perpetuamente abierta, palpitante y sangrante; un dolor incesante que retumba en su alma como el eco de una tragedia nunca olvidada.

Recordar nunca fue tan doloroso.




La Navidad llegó y se desvaneció, dejando apenas un rastro etéreo de su paso entre los muros sombríos de la mansión. Aquellos días se deslizaron en la misma rutina monótona, sin ningún cambio salvo el toque ineludible del frío desgarrador que invitaba a cada habitante a refugiarse en la cama, deseando que el tiempo se detuviera en su letargo.

Celebrar no era una opción; no había ni un atisbo de ánimo para sugerirlo siquiera. Fingían vivir una normalidad que hacía tiempo había sido relegada al olvido, una añoranza persistente de una existencia que ya no era más que una sombra lejana.

"¿No llegó nada?" preguntó Louis desde la comodidad de su sofá, apenas irguiéndose al registrar el ruido de los pasos lentos que se acercaban.

Harry, con un pequeño recipiente de porcelana en las manos, frunció el ceño en confusión. El granado partido a la mitad era su única respuesta tangible.

"¿Qué debería haber llegado?" murmuró, depositando la fruta en el regazo de Louis. "Está delicioso," añadió, señalando las diminutas lágrimas rojas.

"¿Qué es esto?" preguntó Louis, sosteniendo el recipiente.

"Granado," respondió Harry, tomando asiento en el otro sofá. Cruzó las piernas con naturalidad y escondió sus manos en los bolsillos de su suéter.

"Interesante," susurró, tomando una pequeña cuchara para recoger algunas semillas. Las llevó a su boca, masticando lentamente, permitiendo que las lágrimas liberaran su dulzura en su paladar. "Hace mucho que no probaba la fruta de Afrodita. Las raciones en el ejército no son generosas en cuanto a calidad de alimentos."

"¿Qué solían comer?"

"Los primeros años nos daban comida del ejército británico: carne enlatada, galletas duras y sopas en polvo. Luego, cuando nos enviaron a Francia, la comida no mejoró: salchichas y sardinas enlatadas eran el pan de cada día. ¿Has probado el paté? Nunca me sentí obligado a comer algo tan insípido, pero el hambre hace milagros," relató con una mueca.

"Ya veo por qué no te quejas de mi comida."

Louis sonrió, divertido. "Si te soy sincero, es buena, pero podría preparar algo mejor si me lo permites."

"¿Sabes cocinar?"

"No solía hacerlo, pero sí, sé cocinar muy bien."

"¿Qué sabes cocinar?" Harry se tomó la libertad de preguntar.

Louis alzó las cejas, intrigado por la pregunta. Se tomó su tiempo para meditar la respuesta, finalmente reprimiendo una sonrisa al saber exactamente qué contestar. "Me enseñaron a utilizar cada parte del animal. Todo es comestible y puede saber realmente bien con el acompañamiento adecuado. Así que, una gran variedad de cosas, querido Harry. Sin embargo, los platos que contienen algún tipo de licor en su preparación me parecen genuinamente fascinantes."

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⏰ Última actualización: Aug 25 ⏰

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