Capítulo 5

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Había perdido toda clase de inhibición, me encontraba recostada en el sofá, completamente desnuda, con las piernas abiertas y la vagina empapada en mis propios fluidos; mientras observaba a cinco hombres desnudándose a mi alrededor.

Carlos fue el primero en quitarse toda la ropa. Se quedó parado frente a mí, contemplando mi cuerpo con minuciosidad, a la vez que vertía una considerable cantidad de lubricante en una de sus manos.

Puso su mano entre mis nalgas y sentí el frío del viscoso líquido, mientras recorría con sus dedos el contorno de mi ano. Carlos tomó un juguete de la mesa y con mucho cuidado, lo fue introduciendo en mi orificio; moviéndolo en círculos, haciendo que me dilatara cada vez más, en un delicioso juego que provocaba un delirante cosquilleo en mi cuerpo.

El dilatador quedó hundido en el interior de mi ano, poco antes de que el novio me mirara con una morbosa sonrisa en el rostro; pero mi mirada se concentró en la enorme erección que yacía entre sus piernas.

Ese hermoso mástil tenía un gran magnetismo sobre mis ojos, algo que los llamaba, que los hacía mirarlo con deseo; esperando el momento en que estuviera dentro de mi cuerpo y me estremeciera con intensidad.

Carlos se acercó a mi cuerpo y apoyó sus rodillas en el sillón; me tomó las piernas y las colocó en sus hombros, besando mis pantorrillas y acariciando mi piel, mientras mi mano tomaba su pene y lo conducía por el camino correcto; un segundo antes de sentir cómo me penetraba, abriéndose paso entre mis labios.

Escuché mis propios gemidos como un sonido ajeno a mi ser. Estaba delirando en la excitación, sintiendo el calor de ese hombre a través de su piel; mientras me cogía con calma, metiendo su miembro en mi cuerpo, besando mis labios y tocando mis senos.

Mi vagina chorreaba de fluidos. En mi mente habían pensamientos caóticos, que giraban en torno de las imágenes que se postraban ante mis ojos: una pequeña multitud de hombres a mi alrededor, observando la forma en que uno de ellos me hacía suya, obligándome a sentir la totalidad de su miembro siendo cobijado por mi vientre, y disfrutar de un placer incandescente.

El éxtasis llegó a su máximo cuando muchas manos comenzaron a tocar mi cuerpo, acariciando mis piernas, apretando mis senos e incluso, moviendo el dilatador anal, cómo si me estuvieran cogiendo con él.

Repentinamente las embestidas de Carlos se hicieron violentas y contundentes, mis gritos escapaban de mi ser sin poder detenerlos, sin ser capaz de guardármelos, el placer era demasiado; aunque no quisiera aceptarlo, pues me costara mucho admitir que disfrutaba demasiado al ser cogida por un extraño más.

Ese hombre, cuyas nupcias llegarían pronto, hizo que me corriera con fuerza, tal vez incluso, cómo nunca lo había hecho; expulsando una gran cantidad de líquido que bañó a mi cliente y empapó el sillón debajo de nuestros cuerpos.

Los chicos vitorearon mi orgasmo mientras yo me retorcía de placer, sin poder parar de gemir, ni ser capaz de contener la fuerza y brutalidad con que Carlos me estaba cogiendo. Me abracé a su cuerpo y lo atraje hacia mí, necesitaba sentir el contacto de su piel desnuda, deleitarme con el calor de ese maravilloso hombre.

Él me besó en cuanto sus labios estuvieron al alcance de los míos, y estando así, sus penetraciones se hicieron aún más fuertes y profundas: más placenteras; al mismo tiempo que su pene expulsaba toda su leche en mi interior.

Mi instinto me llevó a abrazarme de él con brazos y piernas, tratando de retenerlo, de que dejara hasta la última gota dentro de mí.

Carlos me besó antes de retirarse de mi cuerpo, apartarse para que otro tomara su lugar y sentarse en un sofá, cansado, pero sabiendo que después de algunos minutos volvería a la carga.

Laura: amor de madreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora