Capítulo 2

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Había enfrentado el abandono de mi esposo, haciendo a un lado mis sentimientos, negándome a derrumbarme en la tristeza que me provocó el ser abandonada de esa forma por el hombre que amaba. Tomé la decisión de convertirme en prostituta para sacar adelante a mi hijo, poder pagar la universidad donde él quería estudiar y que no tuviera que cambiar el estilo de vida al que estaba acostumbrado desde que nació, pero no tenía idea de cono enfrentar el haberlo visto masturbándose mientras miraba mis fotos.

Me deslicé por el pasillo hasta mi recámara, donde me encontré enclaustrada por las ideas que nublaban mi pensamiento, entorpeciendo mi raciocinio, dando vueltas al mismo hecho sin ser capaz de llegar absolutamente a nada. Me sentía muy avergonzada, el solo saber que mis fotos habían caído en las manos de mi hijo, ya era algo bastante fuerte, como para además, haberlo visto disfrutando de ellas mientras se tocaba. No logré entender lo que pasó esa noche, no logré dilucidar la razón por la que mi hijo estaba masturbándose mientras veía mis fotos, traté de convencerme de que, tal vez, él no sabía que era su madre quien ocultaba su rostro bajo aquella máscara, sin embargo, por más que intentaba convencerme, sabía que mi hijo lo había hecho sabiendo perfectamente quien era la mujer en las imágenes que yacían guardadas en la memoria de su cámara.

La vergüenza era muy grande, sin embargo, había un molesto sentimiento que la opacaba por mucho, que me consumía por dentro y no me dejaba ver el amplio panorama de todo lo que ocurría a mi alrededor, centrándome en la sola idea de la posibilidad de que mi hijo descubriera a lo que me estaba dedicando: miedo. Aquella posibilidad me aterraba pues no tenía idea de cómo podría reaccionar Javi si llegara a enterarse. Esa idea me mantuvo en vela toda la noche, revolviéndome en la cama, imaginando todos los posibles escenarios en que Javier podría enterarse, tratando de adivinar lo que él podría hacer en cada uno de ellos, la forma en que lo tomaría, la vergüenza que sentiría si mi Javi me llegara a decir algo al respecto. El sólo pensar en ello me arrinconó en un estado angustiante, sin dejarme dormir en toda la noche.

La mañana me abrazó sin haber logrado conciliar el sueño, sin querer levantarme, temerosa de encontrarme con Javi y tener que enfrentar el que me cuestionara acerca de aquellas fotos, una idea realmente aterradora; no obstante, la madre en mí, me obligó a pararme y asegurarme de que mi hijo no se fuera a la escuela con el estómago vacío, darle un beso en la frente y desearle un buen día para después mirarlo partir; así que me levanté de mi cama, bajé las escaleras con mi pijama de franela y fui a la cocina, donde me encontré con la señora Mary, quien ya había preparado jugo de naranja y servido algunos emparedados en un plato sobre la mesa.

- Buenos días Mary - le dije a la mujer, una señora algunos años mayor que yo, que entró a trabajar con nosotros, prácticamente desde que nos mudamos a la casa que mis padres me regalaron; una mujer a quien los años me llevaron a querer como si fuera una segunda madre, a quien escuchaba y de quien aceptaba con gusto sus consejos.

- Señora Laura, buen día, parece que no durmió muy bien ¿Cómo se siente?

- Pasé muy mala noche, bueno, una más a la lista de varias malas noches desde que Joaquín se fue - Ella me miró con un gesto que reflejaba toda la pena que sentía por mí, mientras yo estiraba la mano para tomar un Sándwich.

- ¿Segura que quiere comer eso? Le puedo preparar algo más si lo desea, esos los hice para Javi pero salió de la casa sin tocarlos.

- ¿Cómo dices? ¿Ya se fue? - dije sorprendida.

- Si Señora, hace algunos minutos, bajó las escaleras y se fue directo a la calle, se veía algo apurado.

Me quede viendo el Sándwich que tenía en la mano. Ahora era un hecho que él había tratado de evitarme, seguramente ver las fotos de su madre lo había avergonzado, o tal vez se sentía mal por lo que hizo mientras las miraba. La poca energía con la que había logrado ponerme de pie y bajar a esperar a mi hijo, se había esfumado con la misma velocidad con que él salió aquella mañana de la casa.

Laura: amor de madreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora