Los vehículos

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En una tarde lluviosa, nuestra querida Amanda se encontraba caminando por las calles lunares y azules de su localidad. Eran las dos de la tarde con cuarentaicinco y el cielo se encontraba nublado y con un poco de rayos de sol saliendo de entre las esponjosas nubes.

Los árboles de pinos y piñas cafés permanecían quietos tras los barrotes de metal que brillaban con el cielo y las gotas de agua, y una aire olor a bosque invadía cada partícula existente en ese momento. Y de repente, unos extraños vehículos aparecieron:

- Oh dios mío!, parecen unas botas con ruedas! -- Dijo Amanda sorprendida mientras veía cómo aquellos carruajes mágicos salían de la obscuridad. Y en efecto, eran unos zapatos con ruedas, en los cuales podías entrar y pedirle al zapatista que te llevase a tal o cual lugar. Amanda aprovechó que tenía un rubí, para pagarle al señor zapatista y que lo llevase lejos, más lejos, y más lejos... 

Mientras el gran zapato zapateaba rodando las ruedas de su material, Amanda veía las ventanas ventaneadas, que en su cristal se dibujaban unas franjas negras largas, arriba y abajo, para simular la vista de una película cinétota. A través de esta ventana se veía cómo el césped de las veredas desaparecían hacía la izquierda a toda velocidad, y cómo las hojas de los árboles enredadera volaban con el viento y la lluvia. Unas grandes flores moradas caían sobre el carruaje mientras se escuchaba una música llena de amor y bondad. Amanda se encontraba bastante enamorada en ese momento, y se reforzó a sí misma el siempre recordar que: encontraría aventuras, fuera a donde fuera.


Una larga jornada de observaciones más tarde, Amanda sin darse cuenta llego a la localidad de su hogar. Aún así decidió aventurarse un poco más allá de donde vive antes de volver a sus aposentos mágicos, con su papá y mamá. 

Una cuadra más allá de la calle Eleynme, Amanda encontraría lo que parece ser una canica multicolor. La canica brillaba tanto en sus ojos, que le era imposible el hecho de que nadie la haya visto, ni por aquí ni por acullá. Amanda rápidamente y con sus intrépidas manos, decide agarrar la canica antes de que alguien más la descubra. Así, esta pequeña pequeñosa decidió ir corriendo a su casa a mostrarle la canica a sus papas. 

- ¡¿Oh Amanda qué es eso?! -- Exclamó el papá de Amanda. Lo llamaremos Hermesonio-

- ¿!¿Oye por qué me pusiste ese nombre?!? --Silencio Hemersonio.

Hemersonio y la mamá de Amanda (a la mamá la llamaremos Itchi) se quedaron sorprendidos con el hallazgo de Amanda (vaya la redundancia). Los tres en conjunto decidieron colocar la canica multicolor en un pedestal de hojas que se encontraba en la sala Grande Grande Muy Grande. Y allí permaneció...

Me pregunto si esa canica tendrá algún poder... Bueno el narrador se despide, adióóóóóóós!

 Bueno el narrador se despide, adióóóóóóós!

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⏰ Última actualización: May 06 ⏰

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