Una Melodía de Despedida

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Vengo a hacerlos llorar...

Digamos que tenía que sacar esto de mi organismo y pueden considerarlo como la segunda parte de mi otro one shot titulado "Una melodía de cuna", el cual esta en este libro y que escribí por allá del 2021.

Hace mucho que no escribía de ellos dos.






Los copos de nieve caían con delicadeza y el sol no tardaría en ocultarse en aquella helada tarde de noche buena.

Utahime acariciaba aquellos cabellos blancos entre sus dedos.

De su garganta salía una bella melodía de cuna.

Una que aquel hombre, quien tenía su cabeza sobre el regazo de ella conocía a la perfección.

—Gojo ¿Recuerdas esta melodía?— dijo Utahime antes de seguir tarareando, su fino dedo acaricio la mejilla de ese hombre. Quien tenía sus bellos ojos azules fijos en el cielo.

—Esta melodía era tu favorita desde que eras un bebé ¿Lo Recuerdas? — sonrió un poco mientras miraba a Satoru aún con su cabeza en su regazo.

Pero este no decía nada.

—¿Sabes? Acabo de recordar aquel día en nuestros años de preparatoria, donde tú me preguntaste sobre esta canción de Cuna...— Utahime miro hacia el cielo nublado. Sintiendo los copos de nieve caer sobre su ser.

—¿Recuerdas que me preguntaste sobre que si yo era esa "niña" que tu recordabas en sueños? ¿Aquella que te cantaba de bebé? ¿Lo recuerdas?— pregunto con una leve sonrisa.

Tarareo un poco más.
—Lo confieso, Si era yo esa niña y siempre llevé ese recuerdo en mi corazón hasta estos días— sonrió un poco.

Utahime volvió a tener aquel recuerdo, aquel donde ella le cantaba a Satoru cuando era un bebé.

Tarareo un poco más antes de seguir hablando, mientras aquel hombre de cabellos blancos seguía dormido sobre su regazo.

Sus finos dedos siguieron peinando aquel cabello blanco, el cual estaba un poco sucio por el polvo de la pelea.

Utahime empezó a susurrar, así como cuando una persona habla en voz baja para no despertar a la otra que duerme a su lado.

—Esa vez yo tenía como cuatro años, recuerdo que tus nanas me habían encargado que te cuidara por un momento mientras ellas volvían— acaricio la mejilla de Satoru, limpiándole la sangre y el polvo.

Una leve sonrisa apareció en sus finos labios.
—Recuerdo que te puse en mi regazo y te sostuve con cuidado... recuerdo que eras un bebé muy inquieto...— unas lágrimas bajaron por sus mejillas.

Siguió hablando en voz baja.
—Recuerdo que balbulseabas demasiado...— su voz se fue rompiendo de poco en poco— Y No sabes cómo en este momento me gustaría que tu dijeras algo una última vez...

Volvió a tararear mientras cerraba los ojos.

La miko se sumergió en aquel recuerdo, donde ella acostaba entre las cobijas a aquel bebé y le empezaba a tararear y a silbar aquella melodía de cuna que se sabía en aquel momento.

Utahime recordó que acarició suavemente con uno de sus dedos la mejilla de aquel bebé Satoru, mientras le tarareaba aquellas dulces notas que parecían fascinaron a ese infante.


El bebé solo la miraba con sus hermosos ojos azules, mientras reaccionaba alegremente a aquella melodía, moviendo sus manitas y sus pies muy alegremente.

Aquel era el recuerdo que Utahime tenía de aquel niño, quien ahora de adulto estaba una vez más acostado en su regazo.

Los copos de nieve sobre sus mejillas la trajeron a la realidad.

Utahime siguió tarareando aquella melodía, mirando a los ojos de Satoru, los cuales seguían abiertos e inmóviles, sin vida observando al cielo.

Aquella melodía ahora sonaba triste. Era una canción de despedida.

Utahime con cuidado, cerro los ojos de Satoru, pasando suavemente su mano derecha sobre aquellos párpados llenos de bellas pestañas blancas.

Las lágrimas caían por sus mejillas, eran tan saladas como su tristeza.

Un recuerdo más cruzo su mente en aquel instante.

Recordó cómo ese niño de ojos azules se había quedado dormido con esa melodía de cuna.

Pero ahora, ese mismo niño, hoy convertido en adulto había dado su último respiro en el campo de batalla.

Y sin dejar de tararear, Utahime le depósito un leve beso en sus labios.

—Diste lo mejor de ti, siéntete orgulloso de haber sido el hechicero más fuerte de esta época — acaricio la mejilla de aquel hombre. Se veía en paz.

Tarareo lo último de aquella canción.
—Satoru... es hora de dormir... buenas noches... te amo— susurro antes de darle un último beso de despedida.

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