Hurt - bbangsaz EDITADA

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—Kim Minji, eres una idiota —murmuró Hanni, escondiendo su rostro en el cuello de la mayor.

Minji sonrió con diversión.

—¿Y ahora qué hice?

—Existir.

—¿Y eso qué tiene de malo?

—Todo, porque no dejo de pensar en ti.

La sonrisa de Minji se ensanchó.

—Te odio, eres una idiota que solo jugará conmigo y me dejará botada, tal y como lo haces con todas.

—¿Entonces por qué sigues aquí?

Hanni suspiró, como si la respuesta la irritara.

—Porque ya te dije que no dejo de pensar en ti, tonta.

—Eso no tiene nada que ver.

—Porque siempre que te veo me dan unas ganas enormes de besarte.

Minji arqueó una ceja, una chispa traviesa en sus ojos oscuros.

—¿Soy tan buena besando?

Hanni desvió la mirada con un leve puchero.

—Desafortunadamente, sí.

Minji soltó una carcajada y la bajó del lavabo con suavidad.

—Acuéstate en el jacuzzi.

—Es incómodo.

—Me acostaré contigo, puedes recostarte en mi pecho.

—¿Te acostarás conmigo? —Hanni la miró con una sonrisa pícara, y Minji soltó una carcajada.

—El alcohol te pone hormonal.

—¡No! Yo no hago esas cosas. —Entraron al jacuzzi, y Hanni suspiró al sentir el mármol frío bajo su piel mojada. —Todavía soy una niña.

—¿Eres virgen?

—La virginidad no existe.

—¿Has tenido sexo?

Hanni abrió los ojos de golpe y le dio un manotazo en el brazo.

—¡Eso no se pregunta!

—Vamos, no le diré a nadie.

—No me importa si los demás lo saben, pero no quiero hablar de eso contigo, sobre todo porque sé que tú sí tienes experiencia.

Minji sonrió con suficiencia.

—¿Entonces nunca lo has hecho?

—Nunca dije eso.

—¿Lo has hecho?

—No...

Minji solo asintió, sin burlas ni comentarios. Hanni la miró de reojo, como si hubiera esperado otra reacción.

Se sentaron, y Hanni apoyó la cabeza en el hombro de Minji mientras esta sacaba un cigarro de su bolsillo y lo encendía.

—No fumes. Es malo. Además, ya es tu segundo del día.

Minji sonrió.

—Hanni Pham, ¿te preocupas por mí?

—Claro que no. Solo te estoy diciendo que es malo. Pero haz lo que quieras.

Hanni comenzó a juguetear con sus propios dedos, sin mirarla.

—¿Cómo se siente?

—Muy bien.

—¿Por qué tener humo en tus pulmones se sentiría bien?

—Ah, hablabas de fumar.

Hanni frunció el ceño y le dio un codazo en el costado.