SUGURU GETO

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Suguru, de diecinueve años al igual que su pareja, admiraba a su novia como si esta fuese una exquisita obra de arte, hecha con semejante esmero por manos divinas. Observaba desde su posición cómo el pecho de su novia ascendía en una agitada respiración antes de descender con la misma velocidad y así repetir el patrón. La piel pálida de su clavícula lo llamó a inclinarse sobre el cuerpo receptivo de Azumi, besando con unas ganas innegables y exhalando ante el delicioso sabor de su piel que él conocía a la perfección. Besó su cuello y arrastró sus manos cálidas en los muslos desnudos de la fémina, sintiéndola temblar entre sus brazos. Sus dientes rasparon con delicadeza su cuello y el pelinegro sintió las manos de Azumi escalar hasta su cabello y dar un mínimo tirón que lo obligó a gruñir con todo el apetito sexual que lo mantenía sometido a ella. Se tomó el tiempo necesario para recorrer con su anhelante boca el cuerpo de ensueño del que su novia era poseedora.

Cuando creyó que fue suficiente juego previo, Suguru se hundió en la calidez de su hermosa novia con una candente exhalación, perdiéndose entre las magníficas sensaciones. Amó a Azumi con vehemencia, motivándose ante cada sonidito desde el fondo de la garganta de esta emitido con todo el placer que estaba sintiendo. Atrapó las manos de Azumi, que hasta ahora permanecían férreas sobre sus hombros desnudos, y las llevó contra el colchón de la cama angosta mientras el ritmo de su pelvis iba en aumento en busca de recibir e impartir aún más placer. Las piernas de Azumi pronto se enredaron en su cadera, demostrando sus ansias por obtener más de él. El pelinegro la complació, pues nunca podía negarse a una petición suya. Con una mano sostuvo su cintura cubierta de una fina capa de sudor, clavándole sus dedos largos en la carne sin llegar a infringirle daño, a la misma vez que se permitía perder el control. El cuerpo de Azumi debajo suyo sufrió un estremecimiento fogoso que lo hizo morderse el labio para detener la sonrisa ladina que quería nacer en su boca, satisfecho consigo mismo por causarle tal espléndida reacción. Pegó su boca contra la oreja de la fémina a propósito, dejando salir roncos sonidos que bien sabía la encendían de forma descomunal y él se deleitaba con esto.

Compartieron un caluroso beso al alcanzar la deseosa cúspide de placer e intentaron regular sus respiraciones erráticas. Cuando Azumi le sonrió con inmensa dulzura aún con sus ojos vidriosos en consecuencia de sus anteriores actos, Suguru sintió una sensación cálida en todo su pecho y, mientras le regresaba el gesto tierno, se convenció de que cada día a su lado su amor crecía a niveles inimaginables.

ELEMENTAL ✦ JUJUTSU KAISENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora