CHOSO

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En una madrugada lluviosa el híbrido bien conocido como Choso se hallaba velando el solemne sueño de su hermano Itadori mientras este descansaba, desplomado, con una favorable postura en el amplio y cómodo sofá del acogedor hogar de su profesora Azumi. Una aglomeración de ahogados gritos y lloriqueos resonantes traspasaron las paredes y golpearon con potencia en sus oídos, por lo que Choso guió sus pies, vacilantes, hasta el cuarto perteneciente a la jóven profesora de su hermano. Al ingresar encontró una tenue iluminación proveniente de la lámpara en la mesita de noche, su vista viajó hacia la ventana medio abierta y las cortinas color celeste meciéndose por la brisa nocturna. Alcanzó a cerrar la ventana antes de que el llanto escapando de la tensa pero refinada figura adormecida en la cama lo animaran a acercarse.

Choso contempló el semblante doliente y humedecido por las lágrimas de la mujer yaciente en el mullido colchón protegida con mantas térmicas. Con indesición en cada parte de su ser el híbrido reposó su mano diestra sobre los hombros rígidos por el estado lastimero predominando a esta dama y, propinando sacudidas muy delicadas, consiguió arrancarla de esas pesadillas que atormentaban su dormir.

—Eh... ¿Choso?

La voz adormilada y teñida de confusión se coló de entre los labios de la hermosa profesora, enviando una potente serie de emociones a su interior. El estómago del híbrido se contrajo al observar a la dama en un estado demasiado vulnerable ante sus ojos. Habitualmente gozaba de una personalidad segura y despedía confianza hacia sí misma; ser testigo de cómo ahora se manifestaba frágil fue chocante a nivel exorbitante.

—¿La herida te duele? —quiso saber con la inquietud haciéndose notar en el pequeño temblor de su voz, estudiando el vendaje blanco teñido de escarlata que cubría una zona de los hombros de la profesora.

—No mucho —declaró la mujer en medio de un quejido mientras se sentaba y apoyaba la espalda en el respaldar de madera de su cama —. ¿Te desperté? Lo siento mucho.

—No estaba durmiendo. Yo... ¿necesitas que te ayude en algo?

Choso captó el fantasma de una diminuta sonrisa danzando en los carnosos labios
de aquella mujer dueña de tal majestuosa fisonomía que lo cautivó desde la primera vez que sus ojos descansaron en su figura deslumbrante. Pese a haberlo dialogado y analizado con Yuji en distintas ocasiones continuaba cuestionándose el porqué su ser experimentaba esa afección con una hechicera que no conocía enteramente y siendo esto nuevo para él no sabía bien cómo comportarse estando con Azumi.

—¿Puedes... quedarte conmigo mientras duermo? —pidió en un hilo de voz que se oyó apenas, luego compuso una sonrisa azorada —. Sucede que durante el sueño me asaltan una cantidad de mareos y me cubre un sentimiento de temor al pensar que puedo morir aquí sola sin que nadie pueda darse cuenta. Las pesadillas son por ese motivo —hizo una pausa y tomó una bocanada de aire —. Sé que parece una tontería, pero me sentiría más calmada si te quedaras; al menos no moriré en soledad.

Choso advirtió un desconsuelo arrasador aplastándole el espíritu y recorriéndole las venas amargamente en cuanto visualizó el cuerpo carente de vitalidad de Azumi tras los vocablos de esta misma. Un asfixiante sentimiento de amparo hacia Azumi nació en su pecho, llevándolo a prometerle lo siguiente:

—No morirás en tanto yo esté cerca, Azumi —aseveró en un tono ronco, provocando en la fémina que las comisuras de sus labios se alzaran en una reluciente sonrisa que enseñaba parte de sus perfectas perlas blanquecinas.

—Entonces hazlo. Ven, hace frío.

El de cabello usualmente recogido en dos rodetes, pero que en ese momento dejaba caer en libertad sobre sus hombros, enrojeció sus mejillas pálidas asombrándose en demasía pues siendo él una maldición no asimilaba esa intimidad entrañable que recibía de quien se encargaba de exorcisar maldiciones al ser una hechicera activa. Titubeante, se arrimó y con ayuda de Azumi dejó caer todo su peso contra el colchón de la cama amplia. No se acostó, más bien permaneció sentado contra el cabezal de la cama, sintiendo su costado derecho rozar con la delgada figura de la mujer que compartió su calurosa manta con él, resguardando parte de su cuerpo de las bajas temperaturas que llegaron sin avisar.

ELEMENTAL ✦ JUJUTSU KAISENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora