VII.

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Se sentó a su lado, sus manos casi se tocaban y Jason cortó la distancia entre ellas. Entrelazó sus dedos con los de Nico y el otro ni se opuso, sino que apretó su mano.

—Si te explicara todo esto, Nico —dijo Jason mirando al horizonte—, no me creerías. Nada de esto tiene sentido. —Lo miró y él también lo estaba mirando—. De lo único que estoy seguro en esta vida es que te amo. Y estoy seguro de que tú también me amas aunque ahora no lo sepas porque no soy lo suficientemente capaz de volver a hacer que te enamores de mí.

Nico frunció el entrecejo, confundido porque Jason haya dicho "volver" pero decidió ignorarlo. Una vocecita en su cabeza y una extraña fuerza, como si fueran imanes, hizo que el pelinegro apoyara su cabeza en el hombro de Jason y algo se batió en su estómago, haciéndolo sentir algo parecido a la felicidad. Algo que no sentía cuando estaba con Percy pero que lo hacía sentir bien.

—Jason.

—¿Sí?

—Sé que esto puede llegar a sonar estúpido y cursi y sabes que odio las cosas cursis y estúpidas y que pareceré una quinceañera enamorada pero... creo que me gustas. No sé si estoy enamorado o no, pero estoy seguro que nunca sentí esto por nadie. Y a verdad es que me gusta mucho esta sensación.

Nico quitó la cabeza del hombro de Jason para poder mirarlo a los ojos. Esos hermosos ojos color cielo que transmitían tanta alegría en ese momento. Bajó la vista a sus labios y se le hicieron la cosa más hermosa del mundo, también. Jason hizo lo mismo y quería correr por el bosque de lo feliz que se sentía porque Nico al fin haya entrado en razón y a la vez quería que ese momento durara para siempre.

Despacio, y con la luz anaranjada de los últimos momentos del amanecer, ambos chicos acercaron sus caras para fundir sus labios en un tierno y dulce beso.

En el momento en el que el estómago de Jason estaba a punto de explotar, Nico se congeló. Jason se apartó, extrañado.

Nico estaba con los ojos cerrados y en la misma posición que cuando se estaban besando. Incluso hasta la brisa había dejado de soplar. Todo estaba congelado.

Un aplauso sarcástico violó el antinatural silencio. Se giró bruscamente y allí estaba Cupido con una amplia sonrisa en su cara.

—Bien hecho, Jason Grace —el dios extendió sus alas blancas y la ilusión se rompió. Volvieron a encontrarse en su palacio de ruinas. Nico desapareció de su lado—. He de admitir que tuve mis dudas sobre si lo lograrías.

Jason miró a todas partes ignorando sus palabras, su pecho subía y bajaba de forma irregular.

—¿Dónde está?

—Tranquilo, chico, no te desesperes.

Jason lo fulminó con la mirada.

—He cumplido con tu estúpido comedido, más te vale que...

—A ver, a ver, vas bajando ese tono o me arrepentiré de mi decisión.

Jason cerró la boca y apretó tanto los dientes que temió que se haya roto alguno. Cuánto lo odiaba.

Cupido sonrió, sus ojos rojos brillaban con picardía.

—Así me gusta, buen chico —¿ahora Jason era su perro o qué? —Ahora sí podemos hacer cuentas.

Él chasqueó sus dedos y Nico volvió a aparecer tal como la primera vez. Inconsciente, flotante, directo a los brazos del dios. Jason sintió un retorcijón en el estómago al saber que no recordaría nada de lo ocurrido las últimas veinticuatro horas. A pesar de todo, terminó siendo un día memorable. Logró reconquistar al amor de su vida en tiempo récord.

—Siempre cumplo mis promesas, así que eres libre de vivir junto a él. Sólo una cosa más, hijo de Júpiter —dijo Cupido—. Recuerda que el amor no es siempre hermoso ni absoluto. La vida está llena de obstáculos y dificultades. Personalmente, me gusta divertirme con líos amorosos —se acercó hasta Jason y le entregó a Nico en brazos—. Espero que sepas aprovechar tu nueva oportunidad, porque será la última que tengas.

Dicho esto, se esfumó en una nube rojiza. El palacio desapareció en un abrir y cerrar de ojos. Jason se encontró nuevamente en el campo donde había matado a Nico. Sintió un mareo y cayó de rodillas, aún abrazando su cuerpo.

A diferencia de la última vez que estuvieron allí, el cielo mostraba un color azul intenso, decorado con suaves nubes blancas. El pasto lucía verde y vivido, incluso florecido. Un árbol se alzaba detrás de ellos, brindándoles sombra y la brisa veraniega refrescaba sus rostros.

Nico abrió los ojos lentamente y miró a Jason confundido.

—¿Qué...?

—Está bien —Jason sonrió y juntó su frente con la de él—. Lo que pasó no importa. Será mejor que nunca lo recuerdes.

Las mejillas de Nico se volvieron coloradas, una sonrisa se formó su rostro involuntariamente.

—J-Jason... estás muy cerca.

—¿Y eso no es lo que quieres? —cuestionó el rubio—. Te amo, Nico di Angelo. Necesitaba decírtelo.

La sonrisa de Nico se extendió, no podía creer lo que estaba escuchando y no podía estar más feliz. Tomó el rostro del rubio con ambas manos y besó esos labios que tantas veces anteriores le provocó poseer.

—Es bueno saberlo —bromeó una vez que se separaron—. Pensé que moriría sin escucharlo.

Jason rió con fuerza, porque eso había sido exactamente lo que había sucedido.

"Si tan sólo supieras" pensó.

Volvieron a juntar sus labios y nada más importó. Ambos merecían disfrutar su premio. El rubio llevó su mano al bolsillo de su chaqueta sin querer y sonrió internamente al tocar un papel fotográfico.

¿Quien diría que esas fotos resultarían siendo la clave para su éxito?

Tal como le había recomendado Cupido, a partir de entonces, Jason Grace aprovecharía cada minuto restante que tendría con Nico di Angelo.

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N/A: Este es el fin de esta corta historia. Gracias a todos los lectores que me acompañaron tanto a mí como a Luly. Fue un placer y un honor. Espero que haya sido de su agrado. <3

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