III.

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El sueño volvió a desvanecerse, esta vez, llevando a Jason a la realidad. Abrió los ojos con un dolor agudo en su cabeza y sus mejillas pegajosas por las lágrimas secas.

Se encontraba exactamente en el mismo lugar en el que se había desmayado, tumbado sobre el suelo de hierbas marchitas. Tenía la ropa manchada de sangre oxidada y la fotografía de Nico en su mano.

Jason sintió que sus ojos volvían a llenarse de lágrimas. Logró levantarse con dificultad para ver de nuevo el cadáver Nico tendido a pocos metros de distancia; intacto, a diferencia del entorno.

Agradeció y maldijo al mismo tiempo que los rayos no lo dañaran.

No pudo evitar pensar que, a pesar de los restos de sangre que cubrían su cuerpo, lucía como si estuviera tan solo dormido. Su rostro denotaba una expresión de paz y serenidad que jamás había visto antes, sus ojos se habían cerrado con delicadeza y sus labios mantenían una ligera sonrisa. Por un segundo corto, Jason tuvo la esperanza de creer que todo lo malo, sólo había sido una ilusión, pero no tardó en volver a la cruda realidad.

Se palpó los bolsillos de su pantalón con manos temblorosas y sacó su parte de las fotografías. Éstas no tenían la letra de ninguna canción, pero había una que constaba con un pequeño escrito en el revés que decía:

"Porque tú eres la persona que amo, Nico di Angelo. Tú y nadie más. Sé que soy un cobarde por no decirte, por dejar que me domine el miedo. Pero pronto lo sabrás... lo prometo."

Era la fotografía en la que Jason besaba la mejilla de Nico. Jason la miraba cada mañana y leía la leyenda, recordando su promesa. Finalmente la había cumplido, pero para ese entonces ya fue demasiado tarde. Nico correspondió su amor todo el tiempo, sin embargo sus inseguridades les impidieron disfrutarlo, y ya no lo podrían hacer nunca más.

Volvió a guardar las fotos. Arrastró sus pies hasta el cuerpo inerte de su amado y se desplomó junto a él.

Las lágrimas volvieron a invadir sus mejillas previamente pegajosas. Debía tener un aspecto terrible, pero no le importaba. Tenía ganas de acurrucarse a su lado, cerrar los ojos y no volver a abrirlos jamás.

No abrirlos jamás... qué tentador parecía. Los siete bien podrían arreglárselas sin él, nunca fue verdaderamente importante. Sin embargo, su mente estaba en contaste búsqueda de algo, una mínima cosa que lo motive a seguir viviendo. ¿Piper? Ellos ya casi no se prestaban atención. ¿Percy, Hazel, Annabeth tal vez? Tampoco, ellos habían podido vivir sin él y podrían seguir de la misma manera.

Respiró hondo y miró de nuevo el rostro de Nico. Luego volvió a mirar a su alrededor, no había otra alma en kilómetros a la redonda. Nadie lo lloraría porque nadie podría encontrar su cuerpo.

Palpó el rostro frío del chico, sin tan solo...

―Padre ―dijo mirando al cielo como última esperanza―, yo sé que me estás escuchando. Por- por favor, sé que si quieres, podrías hacerlo, revívelo. Dile a Hades, o a Plutón, como quieras llamarlo, que devuelva su alma. Si quieres, yo podría sacrificarme por él. Cualquier cosa para que siga viviendo feliz ―Nada―. Padre...

Mierda, ¿para qué seguir intentando? Su padre no le respondería, los dioses no tenían compasión por sus hijos. A pesar de que Jason había sido un romano ejemplar, un buen líder, un buen amigo, Júpiter seguía sin sentir cariño por él.

Las nubes en el cielo comenzaron a arremolinarse y empezaron a sonar truenos. Ni siquiera el hijo del dios del cielo sería capaz de sobrevivir a eso. Respiró hondo, preparándose. Las lágrimas volvían a caer. Si eso no lo mataba, el cansancio lo haría.

"Tal vez él esté allí" pensó. "Tal vez podríamos empezar una nueva vida juntos, felices."

Y el rayo más poderoso que Jason había convocado hasta el momento, cayó justo sobre él, electrocutándolo, quemándolo, matándolo.

PhotographDonde viven las historias. Descúbrelo ahora