Los minutos posteriores a la audición quedaron como un absoluto caos en la mente de Isabel. Sólo recordaba dos cosas: a Jake pidiéndole a todos que la dejasen respirar mientras la sacaba de bambalinas, y a aquel misterioso muchacho que era, literalmente, el joven que veía morir cada noche.
El corazón de Isabel latía como no lo había hecho nunca antes, tan rápido que empezaba a dolerle el pecho. Jake pareció notarlo, porque apretó la mano de la que aún la tomaba, y, cuando consideró que estaban en un lugar lo suficientemente tranquilo, la hizo sentarse y mirarle.
-Isa, mírame. Respira.
Inconscientemente, la muchachita obedeció. Clavó sus ojos azules en los castaños de su amigo, y se obligó a respirar profundamente, al ritmo que él le marcaba. Sus manos continuaban unidas, pero ninguno de los dos prestaba atención al hecho. Poco a poco, Isabel percibió cómo su pecho volvía a subir y bajar con normalidad. El dolor remitió, hasta quedar en un leve pinchazo que acabó por desaparecer. Despacio, muy lentamente, la joven esbozó una leve sonrisa agradecida.
- Te debo una.
-No me debes nada.
Fue tras esas palabras que ambos notaron la calidez ajena en su mano. Isabel enrojeció levemente, y trató de apartar la mano con suavidad. Pero su amigo fue más rápido, y la retuvo, con un suave tirón.
-¿Puedo preguntar qué ha pasado ahí?
Isabel frunció el ceño. Todo su ser suplicó que Jake hablase de su actuación como Haydée, pero sabía que no iba a ser así. No, el chico no era precisamente tonto. Y ella, desde luego, no había sido el colmo de la discreción.
Pero no pudo controlarlo. Él estaba ahí. Mirándola. No fue consciente de que su cuerpo se encaminó sólo hacia él. No supo pararlo. No quiso pararlo.
Los ojos de los dos jóvenes se encontraron de nuevo. La mente de Isabel trabajaba a toda velocidad, buscando una mentira lo bastante convincente para que Jake se diese por satisfecho, y el tema no volviese a salir nunca más. Él seguía esperando su respuesta.
¿Merecía la pena mentir al que consideraba su mejor amigo? Sí, apenas hacía unos meses que aquella amistad había surgido, pero desde que se conocieron, Jake jamás le ocultó nada. Contaba con ella para todo, siempre estuvo ahí para ayudarla, era su mayor apoyo en la facultad, y una persona en la que sabía que podía confiar. E Isabel no regalaba su confianza: había que ganarla, con muchos méritos. No había mucha gente así en su vida. Lo más parecido era Johanna, pero incluso con ella, Isabel tenía difícil abrirse. Ni a ella le había hablado del sueño que la desvelaba todos los días. ¿Cómo iba a decírselo a Jake, y explicarle que ese chico era el de sus sueños, literalmente?
Pero, precisamente porque le conocía, sabía que mentirle abriría una herida mortal en su amistad. Y la amistad de Jake le importaba realmente.
Isabel se hizo a un lado, tiró de la mano que su amigo aún sujetaba, y le hizo sentarse a su lado. Respiró profundamente, buscando las palabras adecuadas para contarle aquella extraña historia al chico sin que saliese corriendo, o la tachase de loca. Al final, soltó su mano con cuidado, entrelazó las manos en el regazo, y le miró a los ojos.
-Lo que te voy a contar...es extraño. Sé que...va a sonar a locura. Y seguramente, luego no quieras saber más de mí, pero...No quiero ocultarlo más. No a ti, al menos. Y necesito compartirlo con alguien de confianza, o acabaré enloqueciendo de verdad.
Jake suspiró. Reconocía ese gesto, esas manos entrelazadas; era el gesto inconsciente de su amiga para dejar salir los nervios, las dudas, el miedo. Fuese lo que fuese que iba a contarle, para ella, parecía ser algo absolutamente serio. No dijo nada. Sólo la miró, invitándole a seguir hablando.
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Echoes.
RandomDicen que hay vínculos tan fuertes, que ni siquiera la Muerte misma es capaz de disolverlos. Que hay lazos tan estrechos, que sobreviven al paso de los años. Lo que acabó como una pesadilla, se repite como un sueño en la vida de dos jóvenes artista...