Era noche cerrada cuando el joven cruzó el enorme jardín delantero de su propiedad.
Su mente llevaba semanas trabajando bajo presión y a toda prisa, primero para evitar la boda impuesta a su querida hermana, y ahora, para evitar que Lyrica, su mejor amiga, la que era para él como una segunda hermana menor, fuese privada del derecho a vivir su vida con el hombre que amaba.
Era consciente de que se había metido en un asunto realmente turbio, pero le era imposible quedarse de brazos cruzados. No cuando la felicidad de Lyrica pendía de un hilo. No cuando era a causa del deseo irracional de Paris.
Cada vez que lo pensaba, el corazón del joven aristócrata se rompía un poco más.
Había estado enamorado de Paris desde que comprendió el concepto del amor. Siempre fueron amigos, desde que tenía memoria. Habían compartido media vida o más juntos, ambos sabían todo del otro. Él, incluso, había aprendido a descifrar cada gesto, cada mirada, cada respiración de su preciado amigo. Fue él quien, de niños, le paraba los pies con sus rabietas por celos hacia su hermana pequeña. Él era quien le acompañaba en cada aventura, quien estuvo a su lado, en la sombra, mientras se hacía un hueco en la alta sociedad, quien le veía coquetear con las más hermosas damas y le sabía en la cama con prostitutas. Era él quien se mantenía un paso por detrás, observándole, adorándole en un silencio obligatorio, envidiando a cada mujer que tenía permiso para rozarle, acariciarle, besarle.
Y, aunque fue consciente casi desde el primer momento de los gestos que Paris dirigía a Lyrica, se obligó a sí mismo a creer que era su imaginación. Que, simplemente, el joven adoraba a su hermana, como él adoraba a Sophie.
Pero lo que Paris sentía por su hermana era algo mucho mayor, más fuerte, y extremadamente más peligroso y sucio que el afecto esperado de un hermano a su hermana.
El joven aristócrata suspiró levemente, deteniéndose un segundo ante la puerta del majestuoso edificio que le esperaba. Cerró los ojos.
No sabía qué le movía más: si preservar la felicidad de Lyrica, o la esperanza de evitar el plan de Paris, y mantenerle a su lado.
Fue a introducir y girar la llave, cuando la puerta se abrió lentamente ante él, sin que hubiese hecho nada. Tras la madera, una bellísima joven de cabellos rubios muy claros y ojos como zafiros le miraba, con una sonrisa. Su vaporoso camisón celeste dejaba entrever una bella silueta libre de las ataduras del corsé, sólo con la ropa interior justa.
-Buenas noches, lord Pendleton. -saludó la muchacha, realizando una elegantísima reverencia, levantando un poco las faldas del camisón, antes de mirarle, con una divertida sonrisa.
Eric Pendleton no pudo evitar una sonrisa.
-Buenas noches, Isabelle. -cruzó la puerta, cerrando tras de sí, antes de volverse hacia la joven y cruzarse de brazos.- Lo has hecho bien, pero te ha fallado un detalle.
La muchacha le interrogó con la mirada, colocando las manos en el regazo, entrelazadas. El joven aristócrata amplió su sonrisa.
-Una verdadera dama jamás recibe a un caballero en camisón.
Por un momento, el silencio reinó en la escena. Un solo momento, porque pronto se encontraron ambos riendo francamente.
-Bien, ni yo soy una verdadera dama, ni tú eres un caballero, así que, para nosotros, ha sido más que suficiente. -dijo la joven, mientras pasaba por su lado, camino de la cocina.
Él la siguió. Tenía razón, entre ellos, las formalidades sobraban.
Eric había conocido a aquella joven cuando comenzó a maquinar su plan para detener -o retener- a Paris. Era la prostituta que más frecuentaba su mejor amigo, seguramente por su sobrenatural parecido físico con Lyrica, sólo variado por el azul oscuro de su mirada, y que su cabello era ligeramente más corto y liso que el de la hermana de Paris. Al principio, la detestó. La envidia le pudo, y se juró y perjuró que, una vez el plan surtiese efecto, buscaría la forma de deshacerse de ella.

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Echoes.
AcakDicen que hay vínculos tan fuertes, que ni siquiera la Muerte misma es capaz de disolverlos. Que hay lazos tan estrechos, que sobreviven al paso de los años. Lo que acabó como una pesadilla, se repite como un sueño en la vida de dos jóvenes artista...