O2

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Ese día lo llevé a su casa.

Él en realidad no quería soltar mi mano, así que me guió todo el trayecto. Todos nos miraban, pero a mi jamás me ha importado lo que piensen de mi. Además, él había dejado de llorar y eso era bueno.

Una señora delgada y pálida abrió la puerta. Me miró, y después sorprendida bajó la mirada a nuestras manos entrelazadas. Seguramente estaba asustada de que su hijo apareciera de la mano de un extraño en la puerta de su casa. Eso creí.

—Tu eres Heeseung?— su pregunta me quitó el aliento.

—Sí...— le contesté un poco consternado.

Sunoo sonrió.

Y creo que tenía mucho tiempo sin hacerlo, porque la mujer se desplomó en lágrimas de felicidad.

¿Cómo pueden las lágrimas de una madre retenerse ante la primera sonrisa de su hijo?

La mujer me tomó de la otra mano y me invitó a pasar. No entendía las cosas, pero no podía negarme, no podía ya porque lo había conocido.

Sunoo soltó mi mano y corrió escaleras arriba con velocidad, como si hubiese recordado algo de suma importancia.

—Estoy tan agradecida. — la mujer se sentó a mi lado, su mirada estaba llena de felicidad y yo sólo podía corresponderle, sin razón porque no sabía qué ocurría. —Sunoo...

—Sólo lo he ayudado, en la escuela lo molestaban, no podía ignorarlo. — le expliqué. La señora asintió, pero sus ojos brillaban más. Me daba la impresión de que quisiera decirme algo de mucha importancia, pero no supiera cómo hacerlo. —¿Cómo sabe usted mi nombre?...

La señora se disculpó y se puso de pie.

—Voy a responder tus dudas, pero debo pedirte que no te alejes de Sunoo, por favor no lo hagas...

Y no comprendí lo que sus palabras intentaron en realidad decirme.

Me llevó a un cuarto pequeño, era de paredes blancas y estaba pulcro y ordenado.

Había dibujos por toda una pared, había una guitarra recargada en otra, un escritorio amplio lleno de libros y cuadernos, parecía la habitación de un adolescente y al mismo tiempo un niño.

Me pidió que mirara los dibujos y eso hice. Y de nuevo me quedé sin aliento.

Había dibujos que demostraban ser de un niño, pude ver la forma de una casa con un niño y una mujer dibujados, había flores y el sol brillaba. Más adelante había dibujos de guitarras, de instrumentos musicales, notas, e incluso un pentagrama con la nota sol, esos dibujos se miraban más preciso y firmes, como si el niño que dibujó los primeros hubiese crecido. Caminé más y de repente los dibujos cambiaron. Ahora solo notaba tonos obscuros, negro y gris, pude ver muchos garabatos, todo era tan extraño... Pero de repente todo cambio, y me encontré con el dibujo de un chico.

Era muy fino y exacto, dibujado con mucha precisión, era un chico de espalda, de cabello rubio y ropa negra. Los demás dibujos me helaron la sangre.

Era yo. Era mi rostro dibujado perfectamente en las siguientes hojas pegadas sobre la pared.

𝙡𝙖𝙩𝙞𝙙𝙤𝙨  heesunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora