Capítulo-12 Sendero al patíbulo

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31-octubre-1899.

Saint Denis — Lemoyne.

A través de los periódicos me enteré de cómo iban a colgar a Colm O'Driscoll en Saint Denis. Me preguntaba si el traidor de Micah Bell había tenido algo que ver su funesto destino. En cualquier caso debía de asegurarme de que realmente muriera en el patíbulo, según me contó Arthur, siempre encontraba la manera de librarse.

A lo largo de los días siguientes comencé a desarrollar mi capacidad para presentir los acontecimientos, ciertamente no podía ver el futuro porque no está escrito, pero aunque de manera tenue, podía previsualizar todas las probabilidades en torno a Colm, todas las posibles estrategias para orquestar su fuga y de ese modo anticiparme.

Colm O'Driscoll fue capturado tratando de asaltar una diligenciabancaria, según percibí con mis nuevas habilidades. Micah actuó de modo torpe apropósito para que les cogieran. En el tiroteo, tres forajidos murieron y dosescaparon, incluyendo a Micah. Posteriormente Colm fue trasladado desde Rhodes hasta la comisaria de Saint Denis, dada su destreza para escapar de la cárcel y de la horca con excesiva facilidad. En el trayecto, la diligencia penitenciaria comenzó a cruzar el puente norte sobre el rio Kamassa que separaba Rhodes del Bayou, al norte de Caliga Hall. En el traslado, tres alguaciles acompañaban al sheriff de Rhodes y su ayudante. Al llegar al mencionado puente, la comitiva se adentró en él sin sospechar nada. De pronto, dos hombres bloquearon la retaguardia del carruaje, al tiempo que otros dos hombres dispararon contra el Sheriff y su ayudante. El tiroteo apenas duró unos instantes en los que los alguaciles se vieron entre dos fuegos.

De manera inesperada para los O'Driscoll, surgí de entre la vegetación disparando a los forajidos que cubrían la retaguardia. El único alguacil que quedaba se ocultó tras el carruaje conforme los dos O'Driscoll que bloqueaban su avance comenzaron a rodearlo. El forajido situado a la derecha del carro cayó de un balazo en la cabeza, el único que quedaba se dio a la fuga al verse en minoría. El Alguacil me agradeció mi fortuita intervención, para posteriormente ofrecerme para acompañarle hasta Saint Denis y asegurarme de que no escapara de la horca.

—Está vez nadie te librara de la soga —le dije a Colm conforme me miraba con desprecio.

—El camino hasta el patíbulo es largo, seguro que algún truco se me ocurre —dijo con desdén.

—Ya me encargaré de que eso no pase.

—¿Y a ti que te importa todo este asunto? ¿Quién te ha dado vela en este entierro?

—Mataste a mi marido en el rancho de Grizzlies, y antes de eso me arrebataste mi vida —dije con rabia para luego escupir al suelo.

—He matado a muchas personas, pero no veo que sus viudas se tomen tantas molestias.

—Yo no soy como las demás —dije mostrándole un cartel de la princesa desaparecida.

—¡Tú! La princesa de Luxemburgo... ahora te recuerdo... nunca debí haber hecho ese trato con los Pinkerton... ¿y ahora vas a matarme por lo que sucedió hace un millar de años?

—Yo no voy a matarte, pero disfrutare viéndote con una soga alrededor del cuello.

—Nunca llegaré a la horca princesita.

El resto del viaje transcurrió sin complicaciones, bajándome del carruaje antes de llegar a la comisaria.

A la noche seguí a unos O'Driscoll que durante el día se habían diseminado por distintas zonas de Saint Denis. Un grupo de diez O'Driscoll era demasiado numeroso para pasar desapercibidos, pero no me costó deducir que la mayoría venían como refuerzo para contenerme a mí. Nada más llegar hasta la comisaria, dos de ellos se quedaron vigilando la entrada principal, con el fin de evitar que apareciera ningún policía que les sorprendiera de modo inesperado. Los otros se distribuyeron por toda la plaza a la espera de que hiciera acto de presencia al tiempo que uno de ellos se esmeraba en forzar la entrada posterior.

La paradoja de SadieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora