IV

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*

Lo único que quería hacer Shota era dormir.

Los últimos días han sido muy agitados. No era sorpresa para Shota, después de todo, estaban a puertas de terminar el tercer año.

Se notaba que los exámenes finales estaban por llegar también. Ahora que los estudiantes ya tenían experiencia en trabajo de campo gracias a las pasantías, era turno de concentrarse más en lo teórico, por lo que las clases habían sido más contundentes en el último mes.

Los horarios eran más rígidos, divididos entre la teoría y la práctica, pero los chicos parecían llevarlo bien. Shota percibía la madurez y la profesionalidad que habían adquirido en estos años de formación. Era una buena señal para saber que serían grandes héroes. Shota no lo admitía en voz alta, pero estaba orgulloso de cada uno de ellos.

Estaba a punto de cerrar los ojos para ceder al sueño cuando...

—¡Shota, despierta!

Abrió los ojos con un gruñido y vio la esbelta figura frente suyo. Los mechones dorados caían sueltos sobre sus hombros y una polera negra de franela lo cubría.

—¿Qué quieres, Zashi? —Volvió a preguntar cuando vio la mirada de urgencia en el rostro de su esposo—. ¿Hizashi? ¿Qué pasa?

Hizashi no dijo nada. Solo acercó la pantalla de su celular a sus manos. Shota todavía se sentía entumecido cuando tomó el dispositivo, por lo que apenas eran claras las palabras para sus oídos. Sin embargo, todavía podía reconocer esos mechones rojos...

Espera, ¿qué?

Terminó de enfocar sus sentidos. La pantalla mostraba un vídeo colgado hace relativamente pocos minutos. Estaba a la vista Fatgum, con un rostro colmado de lo que solo podía ser tristeza. A su lado, estaban Suneater y Kirishima.

Shota frunció el ceño.

Kirishima parecía estar ahí solo porque tenía que estarlo. No había rastro de la sonrisa que normalmente adornaba el rostro de uno de sus chicos, es más, parecía estar conteniendo las lágrimas y apretando los puños.

No pudo evitar preocuparse cuando vio la sangre en los nudillos de Kirishima, así como en parte de su pecho.

—¿Qué ha...

—Parece que hubo un asalto. Cinco tipos con grandes peculiaridades —explicó Hizashi en voz baja—. Ocasionaron un derrumbe por la zona y Kirishima se estaba encargando de ayudar a los civiles; usaba unbreakable mientras tanto.

—Ve al punto, Hizashi. —La sangre en la piel de Eijiro lo tenía intrigado, pero no veía ninguna herida aparte de las marcas de cicatrices pasadas, por lo que no podía ser suya, concluyó.

—El pequeño oyente perdió a uno de los civiles —dijo el rubio tras un leve suspiro—. Una parte de la pared se desprendió y...

Mierda.

Era la primera vez que algo así le pasaba a Kirishima.

Ya habían tocado este tema antes en clase... el perder a un civil en plena pelea. Por muy atento y cuidadoso que fuera el héroe, en plena pelea todo podía ser impredecible.

Por lo general, sus chicos problemáticos salían triunfantes y los civiles ilesos, pero eso no sería el pan de cada día. El riesgo amenazaba con la cercanía y el dolor atacaba como una llaga.

El primer fallecido en tus manos siempre sería el detonante, el que te permitía abrir los ojos y darte cuenta que, como héroe, esa situación no era ajena, que podía repetirse en cualquier momento.

Especial para Katsuki | KiribakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora