CHAPTER - 2.

1.9K 144 4
                                    


































NGM; SECOND PART. DAYLIGHT
CAPÍTULO 2, IGNORAR PARA
SANAR? NO, MEJOR SOÑAR.

 DAYLIGHTCAPÍTULO 2, IGNORAR PARASANAR? NO, MEJOR SOÑAR

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

? POINT OF VIEW.












El sol del Mediterráneo acariciaba el rostro de Lola mientras paseaba por las estrechas calles empedradas de Turín. Cada rincón de esa ciudad le recordaba que estaba lejos de su tierra natal en Argentina, pero también le ofrecía la promesa de un nuevo comienzo.

Había dejado atrás los recuerdos y las sombras de su antigua vida en Mar del plata. La melancolía de aquellos días parecía desvanecerse con cada paso que daba por las calles llenas de historia de Italia. Se había propuesto reescribir su historia en un lugar donde los colores eran más vivos, los aromas más intensos y los sonidos más melódicos.

Con cada amanecer en su pequeño apartamento en el corazón de Turín, Lola sentía cómo las posibilidades se abrían ante ella. Se sumergió en la cultura italiana con pasión, aprendiendo el idioma y deleitándose con los sabores auténticos de la comida local. La música y el arte que impregnaban cada esquina la inspiraban a explorar su propia creatividad.

Sin embargo, no todo era fácil. De vez en cuando, la nostalgia de su antigua vida en Argentina la invadía como una ola inesperada. Extrañaba el acento familiar, las calles que conocía de memoria y los abrazos de quienes la habían visto crecer. Pero Lola sabía que el camino hacia un nuevo comienzo a menudo implicaba dejar atrás lo que conocías, hasta aquel chico futbolista que le robó el corazón.

Un día, al contemplar el atardecer desde las colinas de la Toscana, en un viaje en auto que realizó con su querido amigo italiano; Lola sintió una paz profunda. Se dió cuenta de que estaba escribiendo un nuevo capítulo en su historia, lleno de amor por Italia y gratitud por los recuerdos que llevaba consigo desde Argentina.

En aquel momento, supo que estaba en el lugar correcto para sanar y crecer. Italia se había convertido en su hogar, y aunque los ecos de su antigua vida resonaran en su corazón, estaba lista para abrazar el futuro con valentía y determinación.

— ¿Querés que hoy exploremos los viñedos de la finca de la colina? Las vistas desde ahí son impresionantes.— exclamó Alessandro, desde el asiento de piloto.—

— ¡Sí, por favor! —se entusiasmó la joven.— Seguro que las uvas están en su punto ahora. Además, siempre quise ver de cerca el proceso de producción de vino.

— Se pisan las uvas con dedos llenos de hongos.

— Que asco.

— Es broma. Creo que no se hace así.

— Estúpido. —carcajeó, saliendo del auto a la misma vez que su amigo.— Después podríamos visitar el pequeño pueblo cercano. No quiero dormir en el auto con tu horrible perfume de vieja.

— ¡Es de Chanel, enferma!

— Sigue siendo horrible.

Aquel mismo día, en esa hermosa parte de Italia que siempre quiso conocer; decidieron comenzar su día explorando el pintoresco pueblo de San Gimignano, con sus imponentes torres medievales que se alzaban hacia el cielo. Las estrechas calles empedradas los llevaron a plazas llenas de vida y a encantadoras tiendas locales. Lola no pudo resistirse a la tentación de comprar una bolsa tejida a mano, mientras que Alessandro se detuvo para capturar cada esquina en su cámara.

— ¿Podemos tomar alcohol ya? Tengo sed. —exclamó la morocha, sudada y cansada de caminar tanto.

Alessandro no dijo nada, sólo rodó los ojos y la ignoró.

Se dirigieron a una pequeña bodega familiar, donde fueron recibidos con cálida hospitalidad italiana. El aroma de los viñedos y el suave susurro de las hojas de vid bajo el viento llenaron el aire. Juntos, degustaron vinos toscanos exquisitos y compartieron risas mientras el dueño les contaba historias de generaciones de viticultores.

El almuerzo fue un festín de sabores locales en una trattoria encantadora. Se deleitaron con platos de pasta fresca, quesos artesanales y olivas recién cosechadas. Que seguramente después le haría daño en la tripa pero por la experiencia, Lola arriesgaba su sistema digestivo.

Por la tarde, se aventuraron a recorrer los campos de girasoles, donde los brillantes pétalos amarillos saludaban al sol.

En ese momento, Lola se sumergió entre las filas de flores, admirando cada espacio colorido que tenía enfrente; como si fuera algo que jamás creyó vivir.

Y en ese momento se dió cuenta de que en todo el día, no había pensando ni un segundo en Matías.

¿Lo estaba olvidando? O simplemente...¿la pasaba tan bien que no quería arruinarse el paseo?

El día llegó a su fin con un paseo tranquilo por los viñedos en el suave resplandor del atardecer. Ambos se sentaron en una colina, contemplando el horizonte mientras el cielo se teñía de tonos rosados y dorados. El silencio se llenó solo con el susurro del viento y el murmullo lejano de un arroyo.

Al regresar a su alojamiento, Lola aprovechó el estar sola y se acurrucó en el jardín, bajo un cielo estrellado. Había  compartido un día que nunca olvidaría, un día en el que la magia de la Toscana había envuelto cada momento en su encanto eterno.

Cuando creyó que todo iba más que bien, cerró los ojos y se dejó llevar por el suave abrazo de los sueños.

En su mundo onírico, se encontró caminando por un sendero cubierto de pétalos de rosa, el aroma de las flores impregnando el aire.

A lo lejos, entre la bruma dorada, distinguió una figura familiar. Su corazón latió con fuerza al reconocer a Matias, su gran amor perdido. Sus ojos se encontraron y un halo de emoción los envolvió. Sin pronunciar palabra alguna, se acercaron lentamente, como si el tiempo se hubiera detenido.

Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, él extendió su mano hacia Lola, invitándola a bailar en el suave resplandor de la luna. La música de sus corazones latiendo en sincronía llenó el aire, y sus risas se mezclaron con el susurro del viento.

Mientras giraban bajo el manto estrellado, Lola volvió a sentirse completa, como si finalmente hubiera encontrado el lugar al que pertenecía. Las palabras que nunca pudieron ser dichas en la realidad fluían sin esfuerzo en ese mundo de ensueño, y la complicidad entre ellos era palpable.

El tiempo parecía estar suspendido en aquel sueño, permitiéndoles vivir el reencuentro que tanto anhelaron en la vida real. Cada momento juntos se grabó en sus corazones, como si el universo mismo conspirara para que este encuentro fuera eterno.

Cuando los primeros rayos de sol comenzaron a iluminar el horizonte, ambos se miraron con una mezcla de gratitud y tristeza. Sabían que este reencuentro solo pertenecía al mundo de los sueños, pero también sabían que el amor que compartían trascendía las barreras del tiempo y el espacio.

Con un último abrazo apretado, Lola despertó con el corazón lleno de esperanza. Aunque su gran amor seguía perdido en la realidad, ahora llevaba consigo el consuelo de haberlo encontrado en el reino de los sueños, donde siempre podrían volver a encontrarse.

— Qué mierda acabo de soñar.

nobody gets me,   matias soulé.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora