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Luces del escenario

Sus pies moviéndose lo llevaron a su habitación, el único lugar al que quería llegar en ese momento.

Estaba agotado, apunto de colapsar, pero aquello no impidió que una macabra y feliz sonrisa se plasmará en su rostro. Cualquiera que no lo conociera diría que era aterrador, pero sus allegados sabían que aquella inusual sonrisa se debía al hermoso espectáculo que había hecho el maestro de la compañía, un espectáculo que había salido espléndido. 

Grimm llegó a su habitación, más sencilla que el. En realidad le gustaría que su habitación fuera tan extravagante como el mismo, pero estar tanto tiempo viajando requiere sacrificios y uno de esos es que sacrifica su comodidad por la practicidad.

Sus pasos lo llevaron al centro de la habitación, donde una cama enorme para el le esperaba paciente para ser usada. Pese a sus deseos, se reuso a dormir directamente a favor de realizar sus rituales antes de dormir.

Se quito su elegante capa, seguida de una camisa color vino. Sobre el solo quedó una única camisa blanca como prenda superior.

Su mirada se fue hacia el espejo del tocador, donde su reflejo sombrío le regreso la mirada. Con cuidado comenzó a tomar un monto de productos para limpiar su rostro.

¿Maquillaje? El lo usa, en especial para tapar aquellas líneas negras que cruzaban su rostro de forma vertical que cruzaba cada uno de sus ojos, pero se mataría así mismo antes que admitir que usaba kilos de maquillaje.

No dejo el tocador hasta asegurarse de que hasta la última gota de maquillaje estuvo fuera de su piel, solo entonces se permitió suspirar y abandonar el espejo.

Finalmente su deseo de descansar se haría realidad. Con pasos lentos pero elegantes, Grimm viajo nuevamente hasta su cama, donde finalmente se echó. Al instante perdió la elegancia. Dio un gran bostezo, puso una enorme sonrisa y finalmente cerró los ojos para dormir.

Había tenido un buen día y esperaba poder descansar lo suficiente para el siguiente. Lamentablemente para el, sus mente tenía otros planes.

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