—Una de las peculiaridades más fascinantes que caracteriza al Hippocampus ingens, es su asombrosa velocidad para el movimiento de las aletas dorsales, llegando a moverlas hasta 69 veces por segundo....Cambio el canal antes de que al comentarista le de tiempo a terminar su reporte. Ya perdí la cuenta de las veces que he presionado el botón del control remoto, en cualquier momento termino por romper el caro televisor plasma de la sala. Extiendo mis pies y los recuesto en la pequeña mesita de café en el centro de la alfombra, creo que es lo único de todo el departamento que Daniel me ha dejado elegir. Por eso todo está decorado con los mismos colores pasteles: azul, verde y marrón.
No puede regañarme por dejar marcas si no logra encontrarlas.
No tardo en sentir el ruido de como alguien abre la puerta de la entrada y el tintineo de las llaves al dejarlas en algún lado. Quito mis pies de la mesita antes de ver a Daniel entrar por el umbral de la puerta, me mira y frunce el ceño.
—Te he dicho que no pongas los pies sobre la mesa.
—No los tenía...
—La mesa ha quedado media torcida —me interrumpe—. Antes no estaba así.
—Te pareces a mi madre —le saco la lengua antes de volver a mi posición inicial, pero Dani me da un manotazo en el tobillo.
—Me compadezco de esa pobre mujer que te aguantó por 19 años.
—Son 20, que no es lo mismo.
—Aún no los cumples.
—Solo quedan algunos meses.
—A ver si en esos meses evolucionas.
—¿Lo has traído todo? —cambio el tema antes de empezar una discusión.
—Me duele que dudes de mi Happy.
Tan rápido como apareció, Daniel salió por el pequeño y oscuro pasillo que da a nuestra cocina desde la sala. Yo me había quedado con el cojín listo para lanzárselo.
Hay cuatro puertas que dan directo a la cocina: una en el recibidor, otra aquí en la sala, y la última está en el cuarto de Dani. El muy idiota no me dió tiempo a escoger esa habitación, solo porque daba a la cocina y se encontraba frente por frente al baño. No era un departamento muy espacioso o lujoso, pero en cuanto puse un pie en él a principios de la carrera, me enamoré. El balcón compartido con la habitación del vecino tenía unas vistas preciosas.
Podía decir que era mi lugar favorito de toda la ciudad.
—Dos grandes bolsas completamente llenas de dulces para un bonito sábado de cine.
Dejó ambas bolsas abarrotadas sobre la mesa frente a mí, y se lanzó hacia el sofá con una exhalación.
—¿Lo has traído todo?
—Todo —lo miré intensamente hasta que se volteó por completo hacia mí—. Incluidas esas gomitas del infierno.
—Son gomitas de coca-cola. No gomitas del infierno.
—Son asquerosas, Happy —puse una mueca ante ese horrible apodo.
—Son exquisitas, Daniel. Solo que tienes un gusto dudoso.
—Pues el del gusto dudoso nos consiguió comida gratis —me tomó un segundo procesar lo que dijo.
—¿Qué?
Sacó un papelito doblado de uno de los bolsillos de su pantalón. Me hizo entrega del objeto como si fuera un trofeo, sonriendo orgulloso y sentándose de nuevo a mi lado, erguido. Desdoblé el papel y encontré....números. Y un nombre.
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La facilidad de dejarte llevar.
Romance¿Qué puede ser peor que besarte a un extraño en una fiesta, y luego hacer el ridículo frente a él? Sencillo: que sea tu vecino. Y si crees que puedes librarte de él, ignorarlo, y hacer como si nunca hubiese pasado nada, pues te equivocas. Porque tod...