-¿"Protegerme"? -rio ante su propuesta.
-Si, sería bueno tanto para ti como para tu hermano -se acerca a mí y me mira fijamente -solamente tendrías que hacer algo a cambio -dijo mientras tomaba mi mentón.
Me apartó de sus manos y le miró seria.
-¿A...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Narradora
—Me están diciendo que básicamente los mandé toda la noche a dar vueltas por toda la ciudad? —dijo muy molesto aquel peli negro de ojos sangre.
—Señor Muzan, por más que buscamos, no logramos encontrar por ningún lado a esos sujetos que se llevaron a la señorita Kyoko —dijo uno de sus trabajadores.
—Ya veo... —se levantó de su silla y se dirigió a ellos —entonces no la encontraron.
—No, mi señor —respondió sumiso el otro trabajador —los que intentaron seguirlo, los mataron a todos de un balazo en la cabeza.
—Y aún así, no pudieron hacer nada.
Muzan molesto, sacó su arma y apuntó a la cabeza del hombre.
—¡Los mandé a hacer una maldita cosa y no lo hicieron!
—¡Mi señor Muzan! ¡Le prometo que hicimos todo lo-!
—¡Cállate! ¿¡Se supone que debo de creerles!? ¡¿Tienen una idea de lo grave que es este asunto!?
—S-Si mi señor, pero-
—¡Claro que no lo saben! ¡Por qué si lo supieran, no estuvieran aquí como unos idiotas!
Sin más, Muzan poseído por la ira y el enojo, disparó a la cabeza de ambos hombres, matandolos instantáneamente.
Su desesperación por el secuestro de Hikari lo estaba matando. Se preguntaba cómo era posible que esto sucediera en su propio territorio.
¿De quien se trataba? ¿Como se atrevían?
No era un secreto para nadie que Hikari es importante para él, además de que es uno de sus más grandes ingresos.
Pero, ¿Quién tenía aquella audacia de quitarle el tesoro de sus manos?
—Señor Muzan, Akaza y Kokushibo están aquí —dijo Daki en la puerta de la oficina.
Muzan respiró para tranquilizarse un poco, guardó su arma y se sentó en su escritorio.
—Dejalos entrar —respondió con absoluta tranquilidad.
Un escalofrío recorrió por el cuerpo de Daki, Kokushibo y Akaza. Sabían que eso no era buena señal.
Sin embargo, no tenían otra opción más que entrar.
—Cierren la puerta —ordenó.
Kokushibo lo hizo.
Ambos se pusieron frente a él, ignorando aquellos dos cuerpos que se encontraban frente a ellos. Ya estaban acostumbrados a vivir así.