VII - Nosotros

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Narra Jay

No sé si merece la pena saber todo esto. Creo que no quiero saber todo sobre mi antigua familia y mi antigua vida, ya todo eso ya pasó y ellos están muertos. Lo hago de alguna manera para averiguar algo sobre mi poder y como hacerme mucho más fuerte y no depender tanto de Wallace.

Pero él probablemente se niegue ir todavía a Australia solo para llevarme a conocer a una tía mía la cual es líder de allí, cuando su misión aquí es reunir a todos los domadores para que seamos fuertes como un ejército. Va a ser muy raro.

Simplemente me dijo que ya lo veríamos pero, es Wallace.

Él se encuentra ahora mismo durmiendo en el sofá de mi casa, con cara de satisfacción, estaba soñando con algo que le gusta. Parece incluso más joven. Por cierto, aun queda pendiente la edad que tiene, porque ya dudo que tenga diecinueve. "¿Donde puedo averiguar su edad real?" pensé. ¡Coño, su documento de identidad!

Fui corriendo sin dudarlo hasta donde se encontraba él, rastreando donde podía encontrarse el jodido carnet. Pensé en la chaqueta de cuero que traía cuando vinimos del hospital. No tardé dos segundos en llegar a él, pero no había nada mas que su móvil en el contenido de sus bolsillos.

¡El pantalón!

Me acerqué lentamente a Wallace sin hacer ruido, poco a poco echándome encima de él, sin tocarlo, dado a que tenía miedo a que me pillara con las manos en la masa.

Wallace respiraba tranquilo, al compás siguiendo el ritmo. Durmiendo estaba hasta mucho más guapo, o al menos eso me parecía a mí. Ahora que me fijo, tiene unos labios demasiado bonitos, bastante besables, si se me permite añadir ese dato. Los besos que nos habíamos dado habían sido demasiado impresionantes, demasiado, increíbles.

¡Joder, Jay, no es momento para hacer esta mierda! Seguí el camino hacia su bolsillo con mi mano, con mucho cuidado, si se despierta, va a ser todo demasiado extraño para los dos.

¡Bingo! Objetivo localizado. A ver, treinta dólares, la tarjeta de crédito, la de la tienda de videojuegos, la de la gasolinera, el carné de identidad, la tarjeta PayPal, la de Springfield...¡el carné de identidad!

Wallace Rambo Simons.

Nacionalidad: australiana.

Edad: 24. ¿¡QUÉ!?

¡Veinticuatro años, veinticuatro putos años!

En ese momento y por maldición, el australiano abrió los ojos sorprendido por estar yo encima de él. Wallace, despertándose muy cariñoso él, me dio un beso de los más apasionados que me había dado antes, uno lleno de lujuria, lleno de deseo. Yo claramente correspondí sin pensarlo dos veces y, a los segundos, le di paso para que fuera con lengua.

Él me atraía hacia él, aprentándome contra su duro cuerpo. Poco a poco, la temperatura empezó a subir y el ambiente estaba calentándose a grados superiores al del Sol, tanto que él ya estaba encima mía, dando pequeñas embestidas como si ya estuviéramos en es situación.

- ¡Eh, grandullón! - dije ya extasiado de tanto roce - Para, por favor.

- Ahora no. - dijo con una voz socarrona, mientras lamía mi cuello y luego colaba sus manos por dentro de mi camisa - ¿Por qué estaba encima mía?

- Que... - empezó a pellizcar mi pezón - Quería saber una cosa.

- ¿Qué cosa querías saber? - preguntó acariciando mi culo y apretándolo con las dos manos - Mi edad, ¿eh?

- S-sí. - dije sonrojado.

- Eso es una cosa que realmente no te concierne. - dijo besándome pasionalmente de nuevo.

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