El mejor regalo

37 3 23
                                    

El camino a casa lo tuve en silencio, no quería pensar en nada más, mi cabeza está llena de preguntas que no tendrán respuesta ya que Vincent jamás me respondería. No puedo saber nada, y no puedo inmiscuirme en asuntos del pasado.

Mi celular suena en mi bolso, pero, no pienso fijarme, no quiero hablar con nadie ni siquiera con el ingrato de mi padre. No he hecho nada malo, no soy víctima, pero tampoco soy la culpable. Estoy harta de la gente. Doy vuelta en nuestra calle y en la entrada puedo ver que la policía ya no está. Al menos algo bueno había que tener.

Solo quedan cuatro meses más y podré terminar con esto. Solo cuatro y nos divorciamos y me alejaré lo más que pueda.

Estacioné el auto, apagué el motor y baje deprisa. Quiero ir a mi cuarto a seguir con los diseños y revisar el itinerario del viaje. Amelia ya debe de haberse ido, tengo que ver si dejo comida o si tendré que cocinar, algo que no me pesa para nada, tal vez me sirva de distracción. Subí los escalones y saque mis llaves para abrir la puerta, pero ya estaba abierta. Está aquí, es bastante obvio. Entré y dejé mi bolso y chaqueta en el perchero y cuando cerré la puerta y giré lo vi. De pie en la sala esperando por mí.

—Oh, dios mío.

Camine incrédula, esta un maniquí que tenia yo en mi habitación, donde coloco las telas o ropa que usaré, pero tiene un mono Valentino de color marfil, no tiene mangas y en el cuello las tiras, es hermoso, me encanta. Y mire hacia abajo y me encontré con unos tacones Rockstud de Valentino también. Son de color marfil tienen incrustadas unas piedras en las tiras que llegan hasta los tobillos. El conjunto es bello.

—No estoy seguro si ese es tu número, pero se pueden cambiar.

Su voz me hace brincar del susto y lo busco y no lo encuentro hasta que aclara su garganta y lo veo en el segundo piso mirándome. Esta recargado en el barandal y ya no lleva la ropa de oficina.

—Casi me matas del susto — le dije y toque mi pecho donde mi corazón va de prisa.

—Creo que entonces te deberé dos disculpas.

—La lista se alarga.

Sonríe — Creo que comprar cosas podría ser mis disculpas. 

Negué con la cabeza —Necesitaré más de un vestido de mil dólares para disculparte.

Baja las escaleras y me mira —¿Qué más quieres? ¿Un auto? ¿Otra casa? ¿Un perro? ¿Qué reviva al puto Elvis Presley?

Llegó hasta el piso y lo veo con el ceño fruncido. Pobre hombre, supongo que a nadie le pidió perdón en su vida.

—¿Estás molesto, querido?

Se coloca frente a mí —¿Qué es lo que quería mi madre?

—Ella quería hablar conmigo porque cree que tengo superpoderes.

—¿Superpoderes? — pregunta con el ceño fruncido.

—Quiere hacerte una fiesta o cena con algunas personas por tu cumpleaños el sábado. Pensé que tenías treinta.

—Números, no importa, ¿sigues molesta por mi comentario? — dice y se ve tenso.

Ya no estoy molesta, podrán decir lo que quieran pero mi enojo se fue al ver ese hermoso conjunto — Si.

Mantente firme y así podremos pedir la fiesta y nos estaremos tranquilos.

—¿Qué quieres que haga si estás molesta? No soy adivino.

—¿Quieres saber que quiero?

—Por algo te pregunté, Eloise.

—Dejaré de estar molesta, si, tú… — puse mi mano en su pecho y la miró curioso.

𝘞𝘦 𝘚𝘪𝘯𝘯𝘦𝘳𝘴Donde viven las historias. Descúbrelo ahora