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Era una tarde de lluvia, calmada y no había casi nadie deambulando por las calles de Tortillaland.
A excepción de unos cuantos, por ejemplo Juan, que estaba apurado por llegar al portal del pueblo naranja. Había quedado con el Mariana, para hablar de algo.
Hace varias semanas piensa en la misma persona y está harto. Quiere acercarse a hablarle, pero simplemente siente que la persona se sentirá incómoda. Quiere hablarle pero algo le impide.
Se siente tan... como si fuera un adolescente de nuevo, tratando de gustarle a su crush.
Eww, no quería volver a esa época en donde era solo un puberto en una gran universidad de hechiceros.
Pero ya salió de ahí, ya maduro.
O eso creé.
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—. ¡Pero, puñetas! No sé que me pasa. — Exclamó con enfado de nuevo el hechicero. Se siente avergonzado de estar en ese lugar. — Me siento avergonzado cuando él está cerca, más bien, nervioso, bueno ¡una mezcla de cosas!
—. Y entonces ¿por qué no le hablas? — Preguntó exausto el alto, debido a que se había cansado de estar escuchando a su amigo.
—. Tu quieres que te mandé a otro universo ¿no? ¡Te acabo de decir que me pongo nervioso cuando estoy a su lado! ¡Quiero que él me hable!— Con enfado el hechicero lanzó una nugget al alto, como si de un berrinche se tratara, de inmediato el gerente se dió cuenta.
—. ¡¿Haz pensado en notas con pequeños mensajes?! — Exclamó con enojo el alto, fue como darle un dulce a un niño que realizaba un berrinche. Fue como si hubieran renovado a Juan.
—. ¡Claro! ¿Cómo no se me hubiera ocurrido? Gracias Marian- — Juan supo que algo malo estaba por pasar por la cara de su amigo, al ver cómo su expresión cambiaba a una asustada.
—. Capo, no sé si sabes que acá no nos llueve la comida para que lo andes tirando. — El mismísimo gerente y dueño de la empresa de pollo Feliz, estaba al frente de Juan. Y que encima era el que le gustaba a Juan. —. Si va a andar tirando nuestra comida, le pedimos amablemente, que se vaya a la mierda, cliente.
