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Kenzie.

Era miércoles y ya no quería nada más que dormir por dos días seguidos.

Tenía un lápiz en mi mano, un cuaderno y mi vista fija en las páginas en blanco, ¿desde cuándo me costaba tanto concentrarme en lo que me gustaba?, llevaba más de cuarenta minutos intentando escribir alguna palabra, tengo ese sentimiento de que quiero plasmar todo lo que siento pero cuando lo voy a hacer, mi mente queda como la hoja que tengo en mi vista, en blanco, siempre me ha gustado escribir, lo hacía muy a menudo pero últimamente solo quiero dormir y ya.

En mi habitación sonaba Happy Together de The Turtles. Todo era un desastre, mis cuadernos, mi armario, mi baño y hasta mi vida. A veces te acostumbras tanto a un estilo de vida que terminas por hacer de ella una rutina constante, vas al mismo café, te levantas a la misma hora, haces tu cama de la misma forma cada mañana, no cambias ese desgastado jean ni ese suéter ancho que tanto te gusta, relees una y otra vez ese libro que tanto te destroza pero eso no es suficiente para que dejes de llorar cada que lees su final.

Me levanté de dónde estaba, no me agradaba la idea de salir a la calle el dia que me quedó tiempo para descansar, no me gustaba salir sola pero por una vez quiero intentarlo, me mire en el espejo y solo vi un reflejo mal hecho, alguien despeinada y con unas grandes ojeras, pero me daba igual, siempre me convivencia con lo mismo, aseguraba una y otra vez que me daba igual, pero a quien engañaba, en el fondo no era así, en el fondo sí me afectaba, en el fondo si dolía ver un desastre en el espejo y terminaba camuflando todo bajo un: al final lo único que importaba era mi comodidad lo demás va y viene. Me coloque un jean desgastado y un buzo como siempre, mis tenis blancos y tome las llaves.

El día estaba gris, pero no como si fuese a llover solo estaba opaco. Si de mí se trata siempre voy a preferir el frío. El lugar donde vivo es un poco grande, así que básicamente se puede conseguir de todo fácilmente, pero siempre tendré dos lugares favoritos y uno de ellos es la heladería que hay a unas cinco cuadras de mi casa, el lugar está cerca, ofrecen los mejores helados, además hay un parque bajo un puente y amo ese lugar.

- Hey, llegó nuestras clienta favorita - me saludo Amadeo, era un señor ya de más de 50 años creo, me conocía porque suelo venir aquí cada que puedo, siempre lo he admirado por qué todo el tiempo tiene una sonrisa y una amabilidad con todas la personas sin importarle si lo tratan bien o mal. ¿Qué tan roto hay que estar para llegar a sanar de esa manera?.

- Hola señor Amadeo.- me coloco su mano sobre la mía, era una mano cálida.

- ¿Hasta cuándo tengo que decirte que me quites lo de señor?, para ti pequeña solo soy Amadeo, ya sale tu helado de siempre.- siempre pido lo mismo, un helado de vainilla en cono con chips de sabores, es básico pero me gusta, me gusta lo sencillo.

Después de tener mi helado me fui al lugar donde siempre me siento. Subí al puente para sentarme en la orilla a mirar el cielo, me gustaba cuando estaba gris, tal vez aprovecharía para tomar una que otra fotografía.

- El atardecer se ve precioso de aquí, pero con estas nubes lo único que se puede ver es que va a caer una tormenta.

- Disculpa.- a mi lado hay un chico moreno que llegó de la nada

- Soy Josh, solo Josh, lo siento si te asuste.

- Soy Kenzie, no es que me encuentre todos los días a personas que me hablan como si me conocieran desde que dejé el biberón.

- No era mi intención molestar, disculpa.- y retrocede para marcharse.

- Tranquilo.

Los días opacos siempre me traen nostalgia, es como si me recordaran que injustamente la felicidad depende de la tristeza.

Ya pasaron más de dos semanas, sigo sin tener respuesta sobre el trabajo dentro de la editorial, ya estoy empezando a desistir de ello, era obvio que no me iban a aceptar, al final conseguir un buen empleo y sin tener cierto grado de experiencia no es muy facil, ademas es una de las editoriales más reconocidas, ahí no entra cualquiera así porque sí.

-¿En qué piensas muchacha?.- De nuevo estaba en la heladería.

- Nada, de vez en cuando me pierdo en mis pensamientos, es muy normal.

- No trates de mentirle a un viejo como yo, mi pequeña Kenzie, se que ahí dentro algo pasa, algo pesa y algo duele, en lo más profundo de tus ojos apagados se puede notar perfectamente, la vida aveces es cruel, pero no por eso tienes que encerrarte en ti y en esa cabecita que da vueltas a todo y no todas las veces es de buena ayuda.

- Ay, señor Amadeo, las cosas muchas veces se complican y no dejan ver si tienen pies o cabeza.

- Pero no por eso quiere decir que no tienen solución, confía, se que el mundo es injusto, cruel y despiadado, pero no todo el mundo es malo, todos ofrecen o ofrecemos lo que somos y lo que tenemos ahí dentro.- señaló en dirección a mi corazón.- lo que está ahí y palpita no nos deja mentir, lo que sentimos es tan profundo que se puede ocultar pero algún día puede salir a la luz.

- ¿Y si no sale de la mejor forma?

- Nunca va a ser el momento, ni el lugar, tampoco van a existir las mejores palabras para decirlo.

- Gracias, señor Amadeo, voy a casa, estoy agotada y necesito dormir.

- De nada pequeña Kenzie, regresa pronto o cuando lo necesites, cuidate y abrigate bien.

Por personas como él es que siempre he pensado que sigo viva, no sabe lo mucho que pueden ayudar a alguien con tan solo ser observadores y decir la palabras adecuadas.

Llego a casa, busco mis pantuflas y me pongo cómoda, tomó el móvil y marcó el número, las manos me sudan y tiemblo, hace meses que deje de marcar ese número, hace meses que no escucho su voz, hace meses que me alejé porque me dolia, hace meses que preferí huir y no enfrentar y hablar lo que pasaba.

-Hola...- escucho respirar al otro lado de la llamada, se que no solamente soy yo la nerviosa.

- Hola, ¿cómo está mi Zizi?.- La voz se escucha entrecortada, se que está intentando contener las lágrimas.

- Bien, mamá, bien.- gruesas lágrimas caen por mis mejillas.

- Hace tanto tiempo... Tanto tiempo que no llamabas, cariño, per...- no dejo que termine la frase.

- No hace falta que lo digas de nuevo mamá, solo llamo porque sé que no estuvo bien lo que hice de huir así nada más, se quedaron muchas cosas sin hablar.

- Cuando quieras podemos hablar, sabes que siempre que quieras voy a estar ahí para ti.

- No mientas mamá, no has estado, no vas a estar, cuando mas necesite que estuvieras no te quedaste.

- Cariño, cariño, las cosas no pasaron así, las cosas fueron diferentes si tan solo le dieras una oportunidad te darías cuenta que lo que hizo, lo hizo por un error, fue un impulso.

- Han pasado más de diez meses, mamá desde que me aleje y parece que las cosas no cambian ni cambiaran, aun no me crees, aun sigues pensando que fue mi culpa.- me limpio mis lágrimas con mis manos, llena de rabia.- No debí llamar, jamas vas a creerme a mi.

- No...- Colgué la llamada, no quiero más excusas, no quiero volver a culparme.

Busqué mi manta y me tire en el sofá de la sala, llore hasta el cansancio y hasta quedarme dormida, una traición se sana, se puede pasar por alto el daño que te cause cualquier persona, pero jamás el daño que me causó la persona que tenía que cuidar de mi y no lo hizo.   

Tan cercaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora