III. Revelación Repentina

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En el corazón de esa antigua dinastía china, donde el tiempo mismo parecía moverse a pasos medidos, una revelación se desarrolló como un delicado loto que florece al amanecer. Fue una revelación que alteraría el curso de la vida de Shen Qiao, una revelación que conmovería lo más profundo de su alma, dejando atrás ondas de incertidumbre y anhelo.

El palacio, con sus puertas de madera intrincadamente talladas y sus paredes bermellones que susurraban historias de siglos pasados, sirvió de telón de fondo para este momento crucial. La habitación era un santuario de opulencia, donde linternas doradas proyectaban un brillo cálido y parpadeante sobre los tapices que adornaban las paredes. Un aire de anticipación flotaba pesado mientras los ancianos eunucos se movían silenciosamente, sus pasos eran un mero eco en los pasillos sagrados.

Yan Wushi, una figura de innegable carisma y enigma, estaba de pie en el centro de la habitación. Su túnica de seda oscura fluía como un río de tinta y sus ojos de obsidiana brillaban con un encanto fascinante. Era el epítome del poder y la gracia, un hombre que imponía respeto y deseo en igual medida.

Shen Qiao, oculto en las sombras, observaba con un corazón que parecía haber sido atrapado por mil enredaderas enredadas. Sus ojos ciegos, aunque privados de la vista, vieron más de lo que cualquier par de ojos ordinarios jamás podría ver. Percibieron los cambios sutiles en las expresiones de Yan Wushi, el endurecimiento de su mandíbula y el leve temblor en su voz mientras entregaba la revelación que cambiaría todo.

"Shen Qiao", la voz de Yan Wushi resonó en la cámara como una melodía inquietante. "He decidido tener una nueva concubina".
Las palabras flotaron en el aire, pesadas como el aroma de las flores de cerezo que adornaban la habitación. El corazón de Shen Qiao, que alguna vez había sido un pájaro revoloteando en presencia de Yan Wushi, ahora se sentía como una piedra, hundiéndose más profundamente en el abismo de la desesperación.

El silencio que siguió fue palpable, como si el tiempo mismo se hubiera detenido para dar testimonio de las emociones que recorrieron el alma de Shen Qiao. En ese momento, sintió un profundo entumecimiento, una sensación tan fría e inflexible como el suelo de mármol bajo sus pies.


La mirada de Yan Wushi, un tempestuoso torbellino de emociones, se encontró con la de Shen Qiao. Era una mirada que hablaba de agitación y conflicto, de un corazón dividido entre el deber y el deseo. Era una mirada que mantenía cautivo a Shen Qiao, atándolo en una red de anhelo tácito.

Shen Qiao, siempre el maestro de la expresión poética, se quedó sin palabras. Las intrincadas metáforas y los elocuentes versos que antes brotaban sin esfuerzo de sus labios ahora se le escapaban. Su voz, cuando finalmente la encontró, era un mero susurro, un frágil hilo de sonido en el vasto tapiz de la habitación.

"Yan Wushi", comenzó, sus palabras temblaban como frágiles pétalos atrapados en una ráfaga de viento. "Yo... nunca imaginé..."

Pero sus palabras vacilaron, perdidas en el laberinto de sus emociones. ¿Cómo podría expresar la confusión que se agitaba en su interior? ¿Cómo podía transmitir el dolor de su corazón, el anhelo que había sido su silencioso compañero durante tanto tiempo?

Yan Wushi, con expresión ilegible, dio un paso más hacia Shen Qiao. El espacio entre ellos pareció reducirse y el corazón de Shen Qiao latía como el implacable ritmo de un tambor. Podía sentir el calor del aliento de Yan Wushi, casi podía saborear la proximidad de sus cuerpos.

En ese momento, el tiempo mismo pareció detenerse. La revelación flotaba en el aire, un delicado hilo que los unía y amenazaba con desentrañar las complejidades de sus vidas.

"Entiendo que esto puede ser un shock", finalmente habló Yan Wushi, su voz fue un bálsamo tranquilizador para el corazón herido de Shen Qiao. "Pero es una decisión que he tomado y que está sujeta al deber y a la tradición".

Shen Qiao asintió, aunque le dolía el corazón por el peso de las palabras no dichas. Comprendió las complejidades de la posición de Yan Wushi, las obligaciones que lo ataban a la dinastía y sus costumbres.

A medida que avanzaba la noche y las linternas proyectaban largas y vacilantes sombras en las paredes de la cámara, Shen Qiao y Yan Wushi permanecieron encerrados en un silencioso abrazo de comprensión. Eran dos almas unidas por una conexión tácita, una revelación que había alterado irrevocablemente el curso de sus vidas.

En ese momento, en medio de la grandeza del palacio y el peso de la tradición, el corazón de Shen Qiao anhelaba un amor que nunca podría ser reconocido abiertamente. Fue una revelación que lo dejó con una profunda sensación de anhelo, un anhelo que persistiría como el eco de una melodía distante, persiguiéndolo durante mil otoños por venir.

"Yo..." Se mordió los labios. ¿Quién era él para interponerse ante sus deseos? El problema era cuando esos deseos dañaban terceros.

Yan Wushi lo miró, frunciendo el ceño y aclarando su garganta. "Quise que fueras el primero en saberlo". Él sabía el peso que tenía cada palabra que salía de su boca. Él conocía, que no se tenía que ser un ignorante para hacer caso omiso a su significado. "Te veo en la boda, no faltes".

Vaya orden tan mierda. Shen Qiao sentía como si sacaran su corazón en vida, rompiendo cada órgano de su interior, sin dejar paso para que entrara el aire. Pero Yan Wushi, demostraba otra vez, porque un hombre como él era capaz de gobernar.

Con un corazón de piedra como ese, cualquiera podía decir palabras crueles, envolviendolas en tela terciopelo, pero él era un simple ciego, ¿qué sabía él, de revueltas de corazones doloridos?

Esperé, Mil Otoños. (Thousand Autumns fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora