Lluvia

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—¿Falta mucho para que tu papá llegue? —.

El gimnasio tenía un flujo constante, rotaban alumnos cada minuto, mientras unos conseguían irse de las instalaciones, otros más entraban para refugiarse y esperar tranquilamente alguna solución.
Sentadas en el mismo lugar de antes, las dos adolescentes revisaban un listado de películas y series para ver en momentos libres, previendo que hoy sería uno de esos.
Viernes, finales de semestre, todo concluido por fin y, además, pocas posibilidades de salir a algún lugar, hacían de este un momento perfecto para quedarse recostado en cama.

Y así, la pelicorta, sosteniendo parte del peso de la contraría por estar recargada en su costado, decidió preguntar a su progenitor qué tanto faltaba para que pudieran llegar por ellas.
Bastaba un mensaje de texto que podía ser respondido en alguna luz roja y así no perjudicar a alguien con una llamada persistente.
—No creo, dijo que estaba saliendo de la oficina justo cuando le llamé. —.
—Ya quiero llegar a casa —continuó la azabache, casi como un berrinche —se está poniendo frío. —.
—Aaaah —volteó hacia la derecha, logrando ver la parte superior de la cabellera y la punta de la nariz enrojecida de la contraria —así que la niña tiene frío, ¿por qué no lo dijiste antes? —.
Y aunque ella tampoco tuviera una prenda abrigadora, actuó como si las bajas temperaturas no le afectaran.
Mejoró un poco su postura y con su brazo derecho, rodeó a la menor, a la altura de los hombros.
Con gentileza la acercó hacia ella, teniendo así más contacto físico, y con el mismo cuidado, frotaba la palma de su mano en la piel descubierta, tratando de generar calor.
—¿Mejor? —.

La risa le ganó a las dos. Aquel gesto les resultaba uno muy embarazoso, sin embargo, no negarían cuanto estaban disfrutando de la cercanía. Si lo veías de otra forma, era fácilmente un abrazo a medias.
Con la otra mano, Heejin seguía deslizando la lista en su celular, buscando algo que las convenciera para ver más tarde.
—Yo quería ver esa película hace unos días. —Habló Hyunjin, sorprendiéndola. —¿Podemos buscarla hoy? —.
Leyó lentamente el título y aunque no reconocía cuál era, juzgando por el nombre y por el gusto de la menor, juraría que se trataba de terror puro.

¿Qué voy a hacer contigo?

—Muy bien, podemos verla —usó un poco más de fuerza en aquel abrazo —pero no me obligues a abrir los ojos si algo me da miedo. —.
—¿Cómo sabes qu
—Te conozco, gato loco. —.
Hyunjin comenzó a reír, le enternecía lo cobarde que podía ser la pelicorta, y le gustaba tanto como siempre intentaba adaptarse a ella.
—De acuerdo, si te da miedo, te abrazaré justo como lo haces tú ahora. —.
Victoriosa, sonrió ampliamente, mostrando un poco sus dientes. No era algo que estuviera buscando, pero vaya que agradecía que Hyunjin fuera tan afectiva.
—Qué amable. —Marcó aquel título con un icono verde para poder identificarlo después. Justo cuando intentó apagar la pantalla, una notificación se asomó por la parte superior, mostrando las palabras de su padre.

"Ya estoy afuera, ¿En qué puerta las espero?"

Heejin, con emoción, le dio fin a aquel abrazo para así responder con facilidad, y mientras sus dedos oprimían el teclado, se dirigió a la menor.
—Vayamos a casa entonces, no puedo esperar a que cumplas tu oferta. —.

Se levantaron en un movimiento rápido, y con pasos acelerados, caminaron hacia la puerta al otro lado de la cancha, justo la que las llevaría al estacionamiento.

Con cuidado, Heejin abrió una de las puertas, observando la lluvia que en ningún momento dejó de ser tan intensa. A la distancia, en un campo desolado, pudo divisar el auto que esperaba por ellas, en medio de la nada con las luces encendidas.
—Tendremos que correr. —Advirtió..
La azabache no dudó ni un instante, y con agilidad, tomó la mano contraría, entrelazando sus dedos.
Como si estuviera hecha a su medida.
Un agarre firme que tomó por sorpresa, al menos un poco, a Heejin.

𝐀𝐥𝐛𝐚 •𝒍𝒊𝒑𝒔𝒐𝒖𝒍•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora