Capitulo 1

10 0 0
                                    

5 años antes.

Mi mente siempre está abarrotada de ideas y pensamientos. Siempre me encuentro haciendo múltiples cosas al mismo tiempo. A menudo, necesito la multitarea para mantener mi concentración. Si me quedo quieta y me sumerjo en mis pensamientos, puedo perderme por horas sin darme cuenta de lo que sucede a mi alrededor. Nadie ha notado nunca este aspecto de mí, y por eso nunca he tenido que explicar cómo me siento o por qué me ocurre esto.

La primera vez que dejé que mis pensamientos fluyeran de manera libre, tenía tan solo 8 años. No podía controlar el llanto en ese momento, pero entendía que no era el momento adecuado para mostrar debilidad. Así que me encerré en el baño, me enjuagué el rostro y repetí una y otra vez que no tenía emociones, que no había razón para llorar, que debía ser fuerte porque había personas que dependían de mí y que no era momento para dramas personales. Desde entonces, este ritual se repitió cada vez que no me sentía bien hasta que se convirtió en algo automático: respirar y seguir adelante sin darle importancia.

Mi vida se volvió una rutina meticulosa, un orden perfectamente planeado, porque de esa manera me resultaba más sencillo controlar lo que podía ocurrir y cumplir con las expectativas que las personas podían tener en mí.
Cada mañana comenzaba a las 6:00 a. m. con la misma secuencia: ordenar la cama, darme un baño, vestirme con el uniforme escolar, tomar una taza de café y salir de casa. Durante el colegio, nunca causé problemas, mantuve el mejor promedio, solo hablaba y opinaba cuando era necesario. De regreso a casa, seguía siempre la misma ruta, y una vez en casa, ayudaba con las tareas domésticas y completaba trabajos pendientes. Luego, buscaba un libro que me permitiera desconectar un poco de mi mente. Al caer la noche, preparaba mi uniforme y mi bolso para el día siguiente, y me retiraba temprano a la cama. Cuando sigues una rutina tan estricta y todo está perfectamente organizado, dejas de notar lo que te rodea, y lo que es obvio pasa desapercibido.

***

Si me preguntaran, no sé cómo llamé su atención ni cómo se acercó tanto a mí sin que me diera cuenta, pero se convirtió en un amigo con el que podía compartir gustos musicales y hablar hasta altas horas de la noche, porque siempre había un tema que compartir. Nos divertíamos hablando de nuestros sueños y lo que queríamos lograr en la vida. Sin embargo, su forma de ser conmigo me cautivó sin que yo quisiera dañar nuestra amistad, así que me dediqué a escucharlo cuando conocía a alguien o cuando no le iba bien en sus relaciones. Intenté salir con otros chicos, pero nunca lograba conectar como lo hacía con él.

Nuestra amistad se fortaleció con el paso de los años, y cuando llegamos al último año y la emoción de la graduación se apoderó de nosotros, junto con las visitas a diferentes universidades, decidí que era un buen momento para compartir mis sentimientos. Tal vez él dejaría de verme como su amiga, tal vez él sentía algo similar.

Pero necesitaba una señal, una señal de que esta era una buena decisión, de que todo podría funcionar. Así que decidí hablar con la única persona que sabía que me diría la verdad, alguien que había compartido tiempo con ambos, Celeste. La consideraba mi mejor amiga, tal vez porque era la única que me dirigía la palabra, o porque siempre trabajábamos juntas en clase, o quizás nos habíamos acostumbrado a estar una al lado de la otra. Tal vez ella había notado algo que yo no había visto o me ayudaría a manejar la situación o me daría algún consejo.

Cuando subimos al autobús, decidí que era el momento adecuado para tocar el tema.
-Celes, tengo algo que contarte. Dios, estaba tan nerviosa, mis manos sudaban y las retorcía en mi regazo. - ¿En serio? Yo también tengo algo que preguntarte, pero no sé si te vas a molestar. - ¿Por qué me molestaría? - No lo sé, solo quiero tu consejo. - Está bien, cuéntame primero tú, y luego resolvemos mi asunto. - Está bien, solo lo diré, pero no hagas una cara de sorprendida. - Mujer, me estás poniendo nerviosa. Respiré profundamente, como si estuviera a punto de ahogarme. - Me gusta Sebastián... Esas tres palabras me dejaron inmóvil. El ruido del autobús dejó de importar, solo podía escuchar y ver la expresión de Celeste esperando mi reacción. Así que solo dije lo primero que me vino a la mente. - ¿Desde cuándo? - Desde hace unas semanas. Fuimos juntos al centro y comenzamos a hablar de todo un poco. Me acompañó a comprar los materiales para el trabajo de ciencias, y luego volvimos juntos. La conversación era tan interesante que seguimos hablando por mensajes desde entonces. Yo la miraba, pero en ese momento no pasaba ningún pensamiento por mi cabeza. - Isaaa... háblame, dime algo. Sé que ustedes son amigos, así que quería saber si tiene novia o si le gusta alguien. - Yo... este... no, no le gusta nadie que yo sepa y tampoco está saliendo con nadie. - Genial. Isa, ¿crees que mañana, durante la gira, podamos sentarnos los tres juntos para acercarme más a él y, si ves que comenzamos a hablar, nos dejas solos? - Claro, ¿por qué no? - Gracias, eres la mejor. Celeste me miraba con una emoción que no había visto en ella en mucho tiempo, así que solo le sonreí y empecé a jugar con mi cabello, deseando que mi parada estuviera cerca. - Dime, ¿qué necesitabas decirme? Celeste me miraba expectante, y yo no podía crear una idea coherente en mi cabeza, así que dije lo primero que se me ocurrió. - Creo que después de la graduación me tomaré un año para mí, para poder pensar bien en la carrera que estudiaré. - ¡Wow! Para alguien que no puede quedarse quieta, lo veo complicado, pero siento que es una buena decisión. - Gracias, creo que era lo que esperaba escuchar. Y ahí estaba ese sentimiento, ese en el que sentía que dejaba de respirar, que me sentía atrapada. Me levanté y toqué el timbre. - ¿A dónde vas? Faltan tres paradas. - Debo recoger algunas cosas que dejé en el club. Te veo mañana. Me despedí de ella y bajé del autobús. Cuando sentí el viento salado desordenar mi cabello, todo cayó como un peso en mis hombros. Nos gustaba la misma persona, porque la dejé hablar primero. Quizás si yo hubiera hablado primero, no, no hubiera sido diferente. No existen las coincidencias. Quería una señal, y ahí estaba. No tenía que decir nada, y si ellos comenzaban una relación, sería muy feliz por ellos. Mis dos mejores amigos juntos. Así que al día siguiente los ayudaría, con esa determinación empece a caminar hacia mi casa.

DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora