La Bella y la Bestia (Parte final)

929 124 260
                                    

Podía sentirlo.

Podía sentir todo el dolor.

En sus extremidades, en sus músculos, hasta en zonas tan irrelevantes como sus uñas o encías.

La magia era tan fuerte que podía sentirla recorriendo cada parte de su cuerpo y modificandolo a su paso.

Entonces soltó un grito…

Que se convirtió en rugido cuando abrió los ojos.

Rápidamente se volteó de forma defensiva, sacando los colmillos y garras para descubrir qué era lo que le estaba causando dolor en la zona de la espalda.

Y allí fue cuando cayó en cuenta que todo había sido una pesadilla porque en realidad se encontraba en su cama, con varias vendas en el cuerpo y sin rastros del hechicero malvado.

En su lugar, un joven chico castaño lo estaba mirando con miedo mientras sostenía un trapo húmedo manchado con sangre.

¿Él… él lo estaba curando?

De ahí provenía el dolor. El hijo del invasor estaba curando sus heridas provocadas por los lobos.

Eso lo relajó un poco, pero de igual forma pudo notar como el menor seguía manteniendo una postura asustada mientras le daba rápidos vistazos a las garras que habían rasgado las sábanas.

Oh, cierto.

Spreen seguía siendo un monstruo. Y así es como lo veía él.

La Bestia regresó a su personalidad fría y resopló antes de volver a darse la vuelta ignorando al joven campesino.

Pero de repente lo escuchó:

— ¡Ey! ¿Eso es todo? —El gran Oso lo ignoraba dándole la espalda pero no pudo evitar que una de sus orejas se moviera en su dirección al estar escuchándolo.— Te salvé de ser comido por los lobos y solo tienes para decirme "Rawr". Me esperaba al menos un "Gracias" de tu parte.

La Bestia rodó los ojos.

¿Quién había salvado a quién? Porque Spreen estaba seguro de que había sido él quien salvó al estúpido chico de los lobos. No al revés.

Su inminente derrota contra los caninos no contaba como una salvación.

Así que no respondió.

Roier se tomó esto como una tregua, porque el monstruo ya había demostrado que si quisiera hacerle daño ya lo hubiera hecho con un simple chasquido de dedos.

Por favor, había luchado contra una jauría de lobos.

Por eso no escapó aún… y porque se sentía un poco en deuda con el animal parlante. Él lo había salvado y ahora estaba herido por hacerlo.

Además, si no curaba sus heridas podían infectarse y eso sería aún peor. A Roier no le gustaría cargar con la muerte de alguien en su mente.

Así que tomó valor, humedeció el pañuelo en el cubo de agua para enjuagar los rastros de sangre y volvió a acercarlo hasta la piel lastimada de la Bestia, provocando que soltara otro quejido.

— ¡¿Podés parar?!

Le exigió en un gruñido.

— Oh, así que ahora hablas. Por un momento pensé que lo habías olvidado.

Dijo de forma burlona, y la respuesta de la Bestia fue otro rugido molesto.

Podría levantarse y asustarlo con un simple movimiento para que el chico se fuera sin mirar atrás. Pero su cuerpo estaba exhausto y cada roce dolía mucho, necesitaba descansar.

Érase Una Vez | SpiderBearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora