Persistencia

5 0 0
                                    

Durante ese recreo, recuerdo haber contado todas las veces que mi mirada se movió para encontrarse con la suya. Fueron tantas ocasiones que dejaron de ser contables como números naturales. Mi corazón latía a la velocidad de un ave en pleno vuelo. Y recuerdo ese momento, ese breve instante, en el que sus ojos se posaron en los míos. En su mirada, esos hermosos ojos, percibí un amor que quizás solo yo imaginaba. No pude evitarlo; me acerqué a ella con la intención de hablarle. Sin embargo, sus amigas me rechazaron como si fuera un perro sarnoso. No me sentí del todo mal, solo pensé que sus amigas eran un tanto desagradables. Después de ese episodio, comprendí que la gente se hace amiga de otra persona porque se parecen.

El recreo terminó, regresé a mi asiento junto a ella y noté las tareas que nos habían asignado. No me quedó más remedio que apresurarme para completarlas. Lo hice a toda prisa, me faltaron solo dos puntos para terminar, pero era mejor eso que no hacer nada. Ella no parecía estar muy preocupada. La clase finalizó, y llegó el momento de bajar las escaleras para volver a casa. La vi sola y traté de entablar una conversación, pero solo pudimos intercambiar unas cuantas palabras antes de separarnos en diferentes caminos en la esquina de la escuela.

Cuando llegué a casa, mi familia estaba ahí, pero quien ocupaba mi mente era aquella mujer. Me retiré a mi cuarto, me puse los auriculares y reproduje mi lista de reproducción. Aun así, ella no desaparecía de mis pensamientos.

Los días transcurrieron de esa manera, pero nuestras conversaciones se hicieron cada vez menos frecuentes, ya que volvió a reunirse con sus amigas. Yo no era precisamente una persona organizada en la vida cotidiana, pero desde ese momento, siempre intenté ser lo más pulcro y atento posible. Recuerdo los mensajes que le enviaba casi a diario, era una especie de obsesión. Así pasaron dos años desde que la conocí. Durante las vacaciones de verano, nunca fui a visitarla, pero continué enviándole mensajes.

Al año siguiente, cambié de escuela, pero seguí comunicándome con ella como siempre lo hacía. De vez en cuando, iba a verla, y cada vez que la miraba, me parecía más hermosa que antes.

Y bueno, hace una hora, decidí, seguro de mí mismo, comprar un par de chocolates y prepararme para hablarle a ella. Quiero decirle cuánto la quiero y expresarle que deseo ser algo más que un amigo...

Una Lluvia AmargaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora