parte: IX

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Capítulo 1:
El inicio del fin

Parte IX:
La búsqueda del
walkie-talkies

Narra: omnisciente

James y Elizabeth se acercaron rápidamente a la casa mientras los infectados se acercaban. James tocó la puerta desesperadamente y al ver que nadie abría, la abrió de una patada.

Ellos entraron a la oscura casa. James encendió las luces mientras gritaba los nombres de su familia. Elizabeth se quedó junto a la puerta, escuchando los llantos y gritos de James.

Elizabeth escuchó un crujido detrás de ella y rápidamente agarró su bate con fuerza. Se dio la vuelta y golpeó en la cabeza a un infectado. Cerró la puerta, dejó sus cosas en una esquina y se acercó a donde estaba James, quien estaba tirado en el suelo llorando.

Elizabeth se acercó a James con pena y trató de levantarlo, pero él la apartó con un manotazo. En el intento, Elizabeth golpeó su cabeza con la esquina de una mesa, sintiendo un dolor agudo. Su visión se nubló mientras miraba a James.

***

Lentamente, Elizabeth abrió los ojos y sintió una cobija sobre ella. —Todo fue un sueño—, pensó brevemente mientras se sentaba en la cama y observaba que no era su habitación. Asustada y confundida, se levantó de la cama y analizó el lugar.

Había varios muebles de color negro, posters de varias bandas y ropa regada por el suelo. Se acercó a un gran espejo de cuerpo completo.

Hacía mucho tiempo que no se observaba el rostro. La última vez fue cuando se estaba arreglando para ir a la escuela. Miró su rostro lleno de sangre seca y tenía una venda alrededor de la cabeza que nunca recordó haberse puesto.

Impactada, se llevó las manos a la cara, incrédula de que la del reflejo fuera ella. La puerta se abrió rápidamente revelando a James, quien tenía varias prendas en las manos.

—Ven, te traje esto para que te cambies. Tu ropa está llena de sangre—, dijo ofreciéndole la ropa.

—Muchas gracias—, dijo con una sonrisa forzada. Aún estaba triste por lo que había pasado el otro día, pero agradecía que él fuera más amable. Tomó la ropa y la dejó en la cama. Sus manos estaban demasiado sucias de polvo y sangre.

—Claro... hay un baño al fondo si quieres bañarte—, mencionó antes de marcharse de la habitación.

Elizabeth miró su ropa, la cual estaba manchada de sangre. —¿Cómo llegué a este punto? ¡Esto es una mierda!—, pensó con frustración.

Se dirigió al baño y mientras caminaba por el pasillo, notó que cada puerta tenía nombres diferentes. 'Carol', 'Noah', 'James' y 'Mamá y Papá' eran los nombres en las puertas.

Continuó hacia el baño y una vez dentro, se acercó al espejo del lavamanos para observar su rostro nuevamente.

Esta vez lo miró con detenimiento, su rostro estaría cubierto de sangre seca y coagulada, con manchas de polvo y suciedad. Habría rasguños visibles y heridas que aún sangran. La expresión en su rostro reflejaría el cansancio y el miedo, con los ojos enrojecidos y llenos de angustia.

Dejo de mirarse, abrió el crifo y empezó a tirase agua al rostro con desperacion. Después de lavarse el rostro, el agua arrastró parte de la sangre seca y la suciedad, dejando su piel un poco más limpia pero aún evidenciando los rastros del ataque. Lo único que no cambio fueron sus ojos enrojecidos.

Infectados Fin De Las ErasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora