Los abrazos duelen

125 4 4
                                    


Notas: Las palabras en cursiva son el pasado. 

TW: Non-con, TEPT 

Sabía que los abrazos eran una forma de amor , una forma de demostrar que otro te importa, pero para Nando era un recordatorio constante de que ya no confiaba en nadie realmente. No importaba si el abrazo venía de una mujer o de un hombre ¿Quién le aseguraba que aquella persona no le haría daño?

Luego de un abrazo por parte de un cliente, Nando subió corriendo a su cuarto, donde se envolvió en su sábana, intentando ocultarse. Apretaba los ojos en desesperación "¿Por qué no puedo superarlo?" pensaba, miro sus muñecas, rojas y rasguñadas, las lágrimas comenzaron a deslizarse con delicadeza por sus mejillas. Apretó entre sus manos la sábana, en un intento doloroso de cubrir su cuerpo, pese a que este estaba con su ropa, se sentía, de nuevo, desnudo y vulnerable. 

Caminaba con lentitud, su cadera, sus piernas y su torso le ardían como si estuviera en el fuego del horno, no paraba de llorar, no podía, quería vomitar, quería gritar, quería matar él mismo a quien le quito su dignidad y su amor propio, no podía ni verse a si mismo, sabía que vería, sabía que vería lo que hizo ese hombre, lo que quería que Nando fuera. En cuanto llegó al cuartel, quería irse a donde él solía dormir, pero Zubieta lo tomó delicadamente del hombro y se lo llevó a otro lado.

— Si quiere hacerme lo que hizo su compañero hágalo rápido y deje mi cuerpo en paz— Dijo con una voz mezclada entre dolor y rabia.

—Este es mi cuarto, dormirás hoy aquí, también hay una bañera por allá, voy por agua para que retires todo. 

Nando se quedó mirando al teniente mientras este se retiraba.

El joven sintió el frío de esa noche, tapó su rostro con el brazo, ahora no solo se sentía expuesto, se sentía solo, abandonado, un sollozo ahogado salió de su boca, mientras se tapaba más con la cobija. 

Estaba sentado en esa bañera, ya rebosante de agua pura, la cual se volvía lentamente de color café rojizo, el teniente le dejo un jabón y una toalla, no entendía la amabilidad, pero una pequeña parte de su ser, sentía que era su papá cuidándole. Tuvo que ver el daño, moretones tanto de contacto con el suelo como hechos por boca, las hundidas de los dientes y algunos rasguños, los tallaba como si pudiera así eliminar el daño, como si pudiera engañar a su mente, la cual le repetía a cada momento "¿Por qué te dejaste? ¿Por qué lo disfrute?" Eso último lo hizo gritar, se odiaba con todo el corazón. 

¿Por qué lo disfrute? Esa parte le hacia querer hacer un trato con quien fuera, ese hombre le atacó varias veces, pero en la última, su cuerpo actuaba raro, sentía bonito, eso no estaba bien, para nada bien. Su cuerpo estaba lleno de espasmos por el dolor, y el hecho que en cierto punto sintió un ligero disfrute le carcomía la cabeza, se enrollo más a la manta y se puso en posición fetal. 

Terminó de bañarse, estaba aún mojado, quería tomar algo de ropa e irse de ese lugar, pero no podía, su cuerpo rechazaba la ropa y el caminar, a pasos lentos llegó a la cama del teniente. Este regreso y le trajo comida junto a un cuenco con agua, Nando no quería comer, no quería nada, solo poder protegerse.

—¿Puedo irme a mi...?

—No creo que sea buena idea Fernando, apenas si puedes levantarte, les diré que estas enfermo. Esta habitación es más cómoda, ya que estas temblando y necesitas algo más cálido. 

El muchacho no se había dado cuenta de que temblaba tanto, en cierto punto hasta él se asustó que no paraba, miró al hombre y le dijo.

—¿Puede cubrirme? Estoy...tengo.

—Calma— Con cuidado y sin mirar el cuerpo del joven, Zubieta tapó a Nando por completo— Duerme, no pasará nada más. —El joven seguía llorando

—Quédese por favor— Nando tomó la chaqueta del hombre— No quiero...él, él vendrá por mi.

—Esta bien— Zubieta se sentó en la orilla— Me quedaré, no te mirare porque se que estas mal, pero quiero que sepas que estoy aquí.

—Papá...— Dijo antes de quedarse dormido.

Sonrió un poquito, pero eso se retiró eso cuando comenzó a recordar el ataque, ese hombre le abrazó primero, donde le retiró su ropa. La respiración de Nando se comenzó a juntar con un fuerte "No" o "Me duele, déjame" mientras todo lo sucedido le pasaba por la mente. 

Recordaba como ese hombre se reía de su sufrimiento, de su dolor, de sus suplicas para que le dejara ir. Sus muñecas sostenidas con fuerza, su cuello siendo lastimado y manos ajenas retirando cada parte de su alma y de su niñez, quería a su papá, quería que alguien le ayudara a quitarse a ese hombre tan asqueroso, lo peor fue cuando lo dejo ir, cuando escuchaba el como alardeaba de que no soportaba nada. 

"Maldito, ¿Cómo iba a soportar? Me tomaste como un objeto, algo que podrías usar sin que este se quejara" Nando tomó su pañoleta y la sacó de su pelo "Lo peor fue que la última vez que me atacaste, fuiste "delicado" conmigo, me hiciste sentir que tu aberración era algo que debía tener, Zubieta gracias por matarle, porque yo ya no haría nada para contenerme y sacarle los ojos" 

De la nada, escuchó la puerta, sin quererlo tanto retiró la manta y logró ver a su hermanito, Leo tenía una expresión de horror y de preocupación, se acercó y le pregunto. 

—¿Qué sucedió?— Amaba que su hermano no le preguntara si estaba bien o mal.

Nando jaló a su hermano y lo acostó junto a él, quería a alguien con él, quería esa compañía que Zubieta le dio el día de que perdió su dignidad. 

—No te vayas.

—No lo haré zonzo, nunca lo haré, menos si estas así. 

Nando sonrió y siguió llorando, amaba tener a su hermano a su lado. Tal vez esos pensamientos regresarían pero por lo menos sabía que alguien le cuidaría un poquito más de su propia mente.

Las leyendas: One-Shots, ideas, headcanons y opiniones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora