El quita pieles

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El perro del señor Van, nada pasa por alto ante su mirada, tocaba a Clara con sutileza para ver qué tan blanda era, ella lloraba pidiendo perdón, pero el no la oía. La colocó contra la mesa mientras apretaba su cuello quitándole la respiración. Ella lloraba y agitaba sus manos y sus piernas para poder escapar, lo cual para una niña de trece años pequeña y delgada era inútil.

Todas oímos su respiración acabarse mientras los golpes contra la mesa se hacian más fuertes, no podíamos movernos de dónde estábamos, ya sus gritos y llanto no se escuchaban ... aún así aún la golpeaba como un miserable demonio.

Todas estábamos de espaldas a la situación, nadie podía ver.

Un último gemido de dolor expiró de su garganta ya sin voz, escuchamos como ella gritó hasta perder la vida "¡¡YA NO!! ... ¡¡YA NO!!

Un palo cayó al suelo y el hombre salió con caminata campante por la puerta; el sonido de una hebilla, pasos pesados, y la puerta al cerrarse es lo único que quedó de Clarita. Al correr a verla no había nada de su rostro angelical blanco y sin imperfecciones, desfigurado sin parte de su dentadura y sus ojitos aún llorosos, sus labios estaban hinchados y llenos de sangre, sus pequeñas piernas estaban moradas y con rasguños hasta los muslos uno de sus pies estaba fracturado y su brazo izquierdo también.

Su cabello largo hasta la cadera estaba ensangrentado y pegado a la mesa de aluminio.

Todavía y aún con todo el cuerpo destrozado, privada y enmudecida aspiró aire entrecortado  dos veces al llorar por última vez.

Sus ojos ya no tenian brillo, su carita petrificada, no dio tiempo  que dijera alguna palabra.

Cayo de rodillas su madre; gritaba sin consuelo y sin fuerzas  pero con toda su garganta y el  amargura que quedaba del amor que le quitaron frente a sus ojos.

¡! MI NIÑA NO!! ... ¡¡MI BEBÉ NO!!... mi bebé no... no te la lleves... No a mi angelito... ¡¡NO A ELLA!!... Mi Amor... Mi amor ... bebé... ¡¡NO!!

No hay palabra ni siquiera tan fría que me haga describir los gritos ni el dolor de Darla al ver a su hija después de haber sido profanada y golpeada hasta la muerte.

Más dolor sentimos cuando la voz se nos cortaba y gemíamos que hiciera silencio, que la oían y que volverían.

Efectivamente... diez minutos más tarde Darla salió de la sala con el mismo palo que golpearon a su hija. Pero ya no volvió.

Solo gritos escuchamos, y este infierno, a penas empezó.

A-44 Una Puerta Hacia El InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora