Tristeza

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Definitivamente algo había cambiado desde ese día en el que Athena se había disculpado con Hyoga y con todos en general; en definitiva algo había cambiado.

Ya su sonrisa no era radiante, sus ojos no brillaban como de costumbre, casi no se reía de las bromas de Death Mask ni de las ocurrencias de Saga y Kanon. Ya ni siquiera bajaba a escuchar los discursos reflexivos de Shaka y mucho menos platicaba con Mu para que la instruyera en el arte de la psicoquinesia.

El Patriarca Dohko estaba preocupado, Athena escasamente le dirigía la palabra. Solo le hablaba de los quehaceres del Santuario y con la misma se daba la vuelta hacia sus aposentos; realmente la joven diosa estaba distante con todos en general.

Pero no solo los santos Dorados sentían la tensa frialdad en el aire, los santos de Bronce eran los que más se daban cuenta de lo que pasaba; en la ausencia de Saori aunque estuviera presente, en esa extraña lejanía para ensayar la obra de teatro, en lo cortante que ella era hacia sus amigos con sus palabras, pero sobre todo en su nula comunicación con Seiya y él parecía comportarse de igual manera.

Esa última tarde ensayaron como de costumbre, ya que había pasado exactamente una semana y el día siguiente presentarían la esperada obra de teatro. Shun y June, observaban la escena que se estaba llevando a cabo y notaban como Saori y Seiya ni siquiera hacían contacto visual entre ellos y tampoco con Shiryu e Ikky, que "actuaban" junto con ellos como cortesanos; era una obra medieval, pero la pregunta era, ¿por qué Marín tenía algo como eso en primer lugar? Ella era todo un enigma.

La sesión había llegado a su fin y Saori se volvió hacia todos para hablar.

—Muy bien, muchachos, considero que saldremos de esto con éxito. Mucha suerte el día de mañana para todos, nos vemos muy temprano a la hora acordada. Feliz tarde y buen provecho —dijo la joven diosa, con tono seco y sin voltear a ver a nadie en específico.

Con la misma, Saori dio la vuelta y su vestido ondeaba con el viento. Presurosa se fue hacia el Atheneo, dejando a todos con un sentimiento agridulce porque en definitiva estaba saliendo todo bien, pero ver a su diosa así y tambien a su amigo Seiya, era devastador. Ella ni siquiera se había quedado a comer una sola vez todos esos días y eso no era propio de Saori.

Mientras la chica comenzaba a alejarse, Seiya dejó de lado aquel comportamiento de "indiferencia" por un momento y se volvió a verla desde la lejanía, se recostó en una pared con los brazos cruzados y su vista no se despegó de ella hasta verla desaparecer en las gradas que iban hacia el templo de Aries. Luego de eso agachó la mirada y comenzó a patear distraídamente algunas piedrecillas del arenoso suelo.

Pronto Seiya se sintió observado y volteó a ver a sus amigos, quienes ya se encontraban preparando la mesa con alimentos diversos y hablaban nerviosos entre sí mientras colocaban los utensilios y las bandejas de comida de manera torpe en la mesa baja, para hacer de cuentas que no estaban viendo con preocupación a su amigo. El joven de cabello castaño frunció el ceño, se rascó la sien y prosiguió a hablar.

—Saben... se me olvidó traer lo que prometí. Ahora regreso, empiecen sin mí, mejor dicho... no me esperen —dijo sin hacer contacto visual con sus amigos.

—Pero, Seiya... ¿No tienes hambre? —inquirió Shiryu, preocupado.

—La verdad es que no —respondió Seiya, con su desanimada voz.

—Toma tu tiempo si quieres regresar Seiya, si no, te llevaremos algo de comida más tarde —respondió Shun, agitando su mano de forma despreocupada.

—Gracias a todos, nos vemos —respondió Seiya, con una débil sonrisa.

Y así, el chico desapareció con paso presuroso quizá hacia la casa de Sagitario. El grupo de amigos se sentaron en fila en el suelo, donde se encontraba la alargada mesa donde degustarían sus alimentos.

—Chicos, la señorita Saori y Seiya se ven diferentes... —comentó Hyoga, mientras devoraba unas verduras al vapor aun humeantes, que había preparado June.

—¿Hasta ahora lo notas? Sí que eres lento, Hyoga —espetó Shiryu, mientras se servía del arroz que él mismo había preparado—. Ya va una semana y parece que esto va para largo.

—Sí, eso iba a decir, lo que sucede es que no lo habíamos mencionado, hasta ahora —refunfuñó Hyoga, con la boca llena —. Ojalá mi maestro Camus no hubiera abierto su bocota, todo fue por el altercado de mi cumpleaños, eso me hace sentir muy culpable ahora. Miren a nuestros amigos, lo están pasando de lo peor.

June se sobresaltó con las palabras de Hyoga e intervino.

—Ese Camus debe escarmentar por ser tan dramático e indiscreto... Pero en serio no te sientas así amigo Hyoga, yo más creo que mi mentira fue lo que lo arruinó todo y ahora tenemos que sacar esta obra sin sentido. No debí intentar ayudar, pero es que yo no supe que hacer... —se culpó June, cabizbaja.

—No te martirices, June, no sabías que tan complicado era este tema. No es nada fácil cubrir las espaldas de nuestros amigos y a veces las cosas ocurren así —musitó Shun con dulzura en su voz, mientras elevaba su mano y acariciaba la espalda alta de la rubia.

June se ruborizó ante aquel contacto que le daba un agradable escalofrío por todo su cuerpo, pero carraspeó, porque era evidente que él había olvidado por un instante que esa relación era su pequeño secreto.

Por su parte, Shun comprendió todo al instante y sus mejillas se tiñeron de un sutil rojo que aunque intentó disimular sirviéndose más comida de la que solía comer. Esas acciones solo hicieron reír bajo a todos, porque aquello ya se estaba convirtiendo ya en un secreto a voces.

A todo eso, Ikki solo comía en silencio, hasta que gruñó y se dignó a hablar.

—Yo opino que hay que arreglar la situación ya... —espetó con la boca llena —. Todo este drama me está desesperando gracias a estos problemas sentimentales. Seiya y Saori no saben que sus tristezas nos afectan a todos aquí. Hay que encontrar una forma de convencerlos para que se hablen de una buena vez ¿Quién está conmigo?

Todos abrieron sus ojos con sorpresa ante las palabras de Ikki, porque en una gran parte tenía toda la razón. Se vieron a los ojos y unos que otros asentían a la propuesta de Ikki.

—Se cómo solucionar eso... —se escuchó una voz a espaldas de todos, que los hizo voltear a ver.

El grupo de Bronce se congeló al descubrir que el dueño de esa voz era Mu de Aries, quien permanecía estático frente a ellos, con su imponente armadura y su serio semblante. Todos se estremecieron ante su impredecible y enigmática aparición ¿Qué tipo de solución les iba a plantear? Eso solo despertaba la intriga y no en un buen sentido. 

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Continuará...

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Hola, vengo con la continuación de este fic que estoy amando escribir. Y Mu se digna a aparecer ¿Crees que propondrá algo beneficioso o  perjudicial? Esperemos que no sea algo catastrófico jaja Mil gracias a quien lee y saludos n.n

Antes del amamecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora