Disculpa

168 11 17
                                    

Si no lo decían a viva voz, Saori no podría creerlo cuando escuchó el nombre del santo de bronce aludido por boca de Camus de Aquario. Sus manos comenzaron a sudar y tuvo que empuñarlas para que nadie notara el leve temblor a causa de los nervios que sentía, después de todo, su condición biológica, inevitablemente le hacía experimentar todos los sentimientos humanos.

Hyoga se manifestó entre el grupo, teniendo la atención de todos.

—Athena, Maestro Camus, yo les dije a todos que no importaba ¡¿Cuántas veces tuve qué repetirlo, carajo?! —gritó Hyoga y sus mejillas estaban tan rojas como un tomate.

Camus no hizo caso y seguía palmeando la espalda de Hyoga, mientras este, sulfurado se hacía el quite.

—Esperen... —Saori no pudo evitar dirigirse hacia donde estaba Tatsumi—. Préstame tu calendario, por favor —dijo con la respiración agitada.

En efecto, Tatsumi, con su semblante serio como siempre, sacó de su mochila un calendario pequeño, el cual Saori sabía que siempre acostumbraba cargar a donde fuera.

En cuanto leyó la fecha, se dio cuenta de que era verdad y que por priorizar su cita con Seiya, por su afán de verlo más días de lo establecido, se le había olvidado por completo; al parecer a Seiya también se le había olvidado, porque desde la distancia su mirada cómplice, preocupada y tensa, se lo decía todo.

—No tengo excusa para esto, más que decir que sí... olvidé la fecha —Saori tragó fuerte y agachó la mirada en signo de arrepentimiento.

Las miradas entre los santos de oro eran variadas, pero en su mayoría, eran de decepción. Los de bronce miraban a Saori con un dejo de compasión.

—Pero... ¿Qué le hizo olvidarlo? —al escuchar esa pregunta directa de parte de Camus, Saori sintió que su pecho se oprimía y apretó los labios—. Usted fue la primera en tener en mente todo esto, por eso le pregunto ¿Se quedó dormida? ¿O le dio insomnio y eso provocó que se le olvidara?

Al parecer todos deseaban saber los por qué de todo eso. Saori luchaba por no evidenciar algo que delatara la verdadera razón, ni siquiera se atrevió a seguir viendo a Seiya, aunque sentía su penetrante mirada, que al parecer no podía quitarle de encima, como de costumbre.

—Eh... Dejemos los detalles en el pasado, ¿quieren? —fue lo que se le ocurrió y vio como había disgustado aquella respuesta, pero se mantuvo firme ante sus palabras—. Lo que ahora importa es cómo resolveremos este descontento, además sé que ya no se volverá a repetir.

—Athena, lo repito... yo estoy bien, no hay problema ¡Es lo que he estado tratando de explicarles toda la semana, pero no me escuchan! ¡Les dije que ya pasó! —volvió a exclamar Hyoga, ofuscado.

—Comprendo que quieras minimizarlo, Hyoga, pero me disculpo aquí frente a todos y asumo mi error, sobre todo porque yo he celebrado la vida de cada uno por nombre y tú no eres la excepción. Además de eso, yo misma puse una especie de sanción para quienes se negaran, por si no lo recuerdas —dijo Saori con convicción, mientras los demás asentían en acuerdo—. Por todo eso y más, tendremos que compensarlo de alguna manera.

—Y... si nos lo puede aclarar, Athena —carraspeó Dohko— ¿Qué exactamente hará para compensarlo? ¿Qué medida usará para llevar eso a cabo?

Saori no pudo evitar sonreír por la reacción de su cuerpo de santos ante aquella pregunta del Patriarca. Todo el mundo estaba viendo a Saori con expectativas y hasta con un dejo de ilusión.

—Pues, lo que ya les dije, todos nos iremos a gozar de unas merecidas vacaciones... —dicho esto, Saori observó las caras un tanto confundidas de todos—. Iremos nada más y nada menos que a un tour por París dos días, ya estoy gestionando todo para el viaje. No está demasiado lejos de Grecia y es algo que deseo que todos gocen.

Antes del amamecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora