Kurt y su esposo vivían en el medio del campo, la casita pobre y de maderas débiles se encontraba al lado del comienzo de un bosque y el pasto estaba amarillento y pajoso.
La ciudad estaba más allá de seis kilometros y Hummel debía caminarlos para llegar al humilde supermercado, su trabajo. Su marido trabajaba de mecánico y traía el pan y el agua a la pequeña casa.
El 'hogar' sólo tenía dos habitaciones. Una pequeña, pequeña, pequeña, que era el baño con el espejo sucio y las paredes podridas de humedad, el inodoro sin tapa, un lavamanos de plástico duro en donde también lavaban los platos y su ropa, y la ducha. La otra habitación era mucho más grande pero sólo contenía a la izquierda un horno, una heladera, un mueble rojo donde podías ver los insectos dando vuelta y una mesa con dos sillas donde comían. Luego en la derecha sólo había un colchón viejo en el piso, y un placard en buen estado. Lo único que estaba bueno.
La vida de Kurt era miserable pero todo se volvió aún peor...
-¡Ya basta! -Gritaba Kurt entre lágrimas. Su nariz sangraba sin control y se sentía muy mareado, pero el hombre alto de ojos claros con cabellos rubios seguía furioso, con ásperas manos no paraba de golpear a Hummel en su cara de porcelana. Kurt sufría mucho viviendo con él, ese golpeador. Su nombre era Adam, el esposo de Kurt.
Kurt Hummel era un hombre de treinta años, trabaja de cajero en un supermercado y su aterrador esposo lo mantenía el sesenta por ciento. Era feliz con él hasta que un día Adam lo abofeteó por llegar tarde y algo ebrio una noche donde salió con su compañera de trabajo, Rachel. El tonto de su marido pensaba que se enfiestó con hombres, entonces lo golpeó. Kurt no se molestó tanto por eso, pensó que se lo merecía hasta que días consecutivos fue golpeado de una o que otra forma por Adam. Cada vez más intenso. Puesto que le parecía divertido lastimar al supuesto amor de su vida con el que contrajo matrimonio. Cada día encontraba una nueva excusa para abofetearlo.
Un día de otoño (después de una semana seguida de ataques) Kurt tomó el suficiente valor para pedirle el divorcio pero claramente a Adam no le hizo ninguna gracia. Lo amordazó con una prenda y le dió unas cuantas patadas en la espalda.
-¡¡DEJÁ DE DECIR TONTERÍAS!! -Gritaba a Kurt de manera histérica mientras salivaba repugnantemente. Al otro día lo amenazó diciendole que lo mataría si le contaba a la policía sobre eso. Kurt tenía miedo. Después estaba siendo atacado porque el irreconocible de Adam lo encontró con las valijas hechas escapándose de su casa matrimonial que era un infierno para el pobre Kurt.
-¡¿A dónde pensabas irte?! ¿¡Con la tonta de Rachel?! -Aullaba dejando un agudo chillido que hacia eco en su oído en forma de 'piii'
-¡No le digas tonta!
Otro cachetazo. Y Kurt gimió de dolor mientras lloraba aún más fuerte. Kurt quería morirse. Comenzó a perder el conocimiento lentamente hasta desmayarse. Adam siguió lastimándolo aunque él yacía en ese estado.
Al día siguiente, luego de dos semanas de tortura, Kurt renunció a su trabajo. Estaba avergonzado de que le preguntaran por sus moretones. Apenas llegó a su casa supo que otra tortura vendría.
-¿Por qué llegaste más temprano? -Preguntó Adam con el ceño fruncido.
Kurt suspiró fuertemente y con las grandes ojeras bajo sus ojos le dijo: -Porque renuncié.
El monstruo se le acercó lentamente pisando fuerte y le gritó entonando todas las palabras.
-¡¿QUE. HICISTE. QUÉ?! -Levantó su gran mano y antes de que su esposo responda le dio un fuerte golpe en un pómulo. -¡QUÉ QUERES? ¿QUÉ COMAMOS NUESTRA PROPIA MIERDA? ¡NO TENEMOS NADA DE PLATA KURT! - Kurt se tomó su cara con la mano gimiendo de dolor. Estaba cansado. Adam lo golpeó unas veces más y Kurt comenzó a gritar muy fuerte suplicando ayuda, aunque nadie lo escucharía realmente. Nadie, pensaba Kurt.
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Wounded in the hell
Short Story¿Qué pasa cuando dos personas, con diferentes vidas y caminos, se encuentran y se salvan el u no al otro? ¿Existen las casualidades? Sí, y a veces hasta las más crueles. Kurt grita. Blaine también, pero en silencio. Blaine vive la soleda...