𝐏𝐫𝐨𝐥𝐨𝐠𝐨: 𝖲𝗎𝗌𝖺𝗇 𝖩𝖾𝗇𝗄𝗂𝗇𝗌

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El día empezó como cualquier otro, las personas empezaban a trabajar, otros abrían oportunidades a nuevos retos el día de hoy, y algunos se motivaban a cumplir sus sueños sin importar qué.

Claro que no todo el mundo empezaba con el pié derecho ni con la misma motivación para seguir adelante.

—Carajo...— Maldice una señora de cabello negros con ligeras hebras castañas, lanza sus cobijas como puede de la cama pero, al momento de levantarse se enreda con sus propios pies y cae besando el suelo. —¡Mierda!

Sí, el día había empezado mal para una persona que no le gustaba levantarse temprano pero lo hacía, después de todo su trabajo es lo único que le da para sustentarse económicamente.

—¡Llego tarde, llego tarde, llego tarde! ¡¿Dónde demonios están mis zapatos, los dejé justo acá!?

En lo que se alistaba para llegar a tiempo (atrasado) a su trabajo, un llamado a la puerta la confunde en breve, sin embargo, la portadora de dicha voz fue suficiente para que la ojimarrón se quejara en silencio.

—¡Susan~, vecina! Soy yo, Lucy; ¿Estás en casa?

—“Maravilloso, simplemente genial.”— Al terminar de ponerse con dificultad los pantalones, se pone rápidamente una camisa azul, mientras se los abotonaba, avisa desde su habitación. —¡YA VOY!

Después de lavarse a una velocidad increíble los dientes, después de ponerse los zapatos y arreglarse la cara y el cabello, toma su bolsa y sus cosas necesarias para el camino. Justo cuando estaba por salir de su pequeño departamento, suspira, mentalizandose para encarar pasivamente a su vecina chismosa de al lado.

Con eso en mente, abre la puerta, encontrándose cara a cara con Lucy Ronalds, aquella mujer de agraciada belleza, cabello rubio y ondulado hasta los hombros, sin mencionar que sus iris eran de un color almendrados además de su cuerpo llamativo y esbelto.

Ella parecía haber sido la encarnación de Afrodita, sólo que en versión petulante y con poco carisma, Susan se sigue preguntando el porqué esa mujer le habla sólo para pedirle ayuda en favores no tan favorables.

Y eso que la mujer tiene diez años menor que ella.

—Buenas, Lucy. Hoy no puedo ayudarte a buscar a tu gato, tengo prisa.— Informa hacia la nombrada, cerrando con seguro la puerta de su departamento.

—¡Ay, vamos Susy! Mi pobre minino no ha regresado desde la noche, a Jojo le agradas y estoy segura que vendrá si lo llamas.

—“¡¿Acaso ella no entiende las indirectas!?”—. Nuevamente suspira con desasosiego la pelinegra, ajusta sus lentes estresada. —Lo siento, Lucy. Más tarde será, lo prometo.

—¡¿En serio!?—. Emocionada, la pelirrubia le sonríe con falsedad hacia la de menor estatura.

—Sí, sí. Si me disculpas tengo que irme.— Se despide rápidamente de Ronalds, bajando por las escaleras con cuidado.

𝐋𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐞𝐚 𝐬𝐞𝐚 𝐧𝐞𝐜𝐞𝐬𝐚𝐫𝐢𝐨 ▎𝖱𝖾𝖼𝗈𝗋𝖽 𝖮𝖿 𝖱𝖺𝗀𝗇𝖺𝗋𝗈𝗄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora