Capítulo 2: Confesión.

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Palacio Estrella de Adán

Milán
               

A punto de salir de palacio a encontrarme con Kian, mis padres me detienen en la Sala del Trono.

Ahí van otra vez. Seguramente a interrogarme como una criminal y prohibirme que salga. Siempre he pensado que no le importo para nada a mis padres; no pueden entenderme, solo me controlan y me usan a su antojo, como con este matrimonio que arreglaron. Creen que para casarse no hace falta el amor, no les interesa ni un poco mi felicidad. ¿Qué padres no quieren ver a su hija feliz? No lo entiendo. Con la estúpida escusa de que «es lo correcto». Tienen control sobre mi, sobre absolutamente todo lo que hago, soy su maldita marioneta. ¿Alguna vez habrán pensado en mi como su hija? No lo sé. Aquí, en este palacio nunca he sido feliz, soy prisionera en el que se supone que es mi “hogar”. Mis padres no me conocen, no saben nada de mi, ¿siquiera saben que me gusta? Desde que tengo uso de razón he querido viajar por el mundo, conocer nuevos lugares, vivir mi propia aventura, poder vivir la vida y finalmente...

               ...ser un espíritu libre.

—¿A dónde te diriges con tanta prisa? —replica mi padre.

—Voy a la Casa de Huéspedes, padre. Yo...

—Recuerda que tienes que recibir tus lecciones. —me interrumpe.

—Sí, hija. Tu tutor estará aquí en unas horas. —dice mi madre.

—Está bien, regresaré enseguida. Solo iré a visitar a la Condesa y su hija que se hospedaron  ahí.

—No te retrases. —dice por último mi padre.

—Por supuesto. —hice una reverencia inclinando la cabeza y tomando mi vestido, me retiré.
 

...¿Milán?

—¿Qué haces aquí? —preguntó sentándose en el cojín frente a mí.

—Vine a evitar que estafaras a la hija de la condesa. —le respondí y comencé a desatar el nudo de mi velo detrás de mi cabeza.

—¿¡Qué estás haciendo!? No puedes quitártelo aquí. —Pueden verte.

—Tranquilo, contigo estoy segura.

—Milán yo...

—¿Por qué ibas a hacerlo? —lo interrumpo—Sé que lo has estado haciendo con otros nobles, por eso, cuando lo supe, tuve que mandar a desviar tus cartas para que me llegaran a mí.

—Sabes, Kamy no está nada bien, su condición no es buena y mi padre no tiene el dinero suficiente para sus medicinas. Mi padre trabajaba en las minas del rey, por muchos años, pero lo desechó, como a muchos otros. Aunque no tenga justificación, lo volvería a hacer por mi hermanita.

—¿Y por qué no me dijiste, tonto? —golpeo su brazo— ¿No me tienes confianza? Hemos sido amigos por 15 años, si me hubieras dicho, te habría dado ese dinero. No importa. Pagaré un buen médico para cuando me vaya y tú también, Kamy estará bien atendida. No tienes de que preocuparte.

Kian tomo mis manos y me miró directo a los ojos, con esa mirada que no puedo resistir.

—Muchas gracias. —dijo sin apartar la vista.—Y perdóname.

Hace que tiemble, que mi corazón se estremezca,  por más que quiera ni puedo dejar de mirarlo, de mirar detalladamente sus labios y cada parte de él.

¿Sabrás lo que siento por ti? Da igual, mañana me iré y este sentimiento tendrá que desaparecer.

—Kian, ¿cómo has estado? No nos hemos visto en un tiempo.

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⏰ Última actualización: Jan 27 ⏰

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