PRÓLOGO

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—Es momento de que todos sepan el secreto —dice un hombre al que la oscuridad cubre su rostro.

—Por supuesto. Mañana todos el reino sabrá que la "princesa" Milán es en realidad un chico —responde el funcionario frente a él.

Los dos hombres comenzaron a reír. En ese instante, la joven Aeris, estupefacta ante lo que acababa de escuchar, al moverse ocasionó un ruido desde donde estaba escondida y sus manos cubrieron su boca.

—¿Quién está ahí? —preguntó el oficial con voz sería.

Aeris estaba muy asustada y echó a correr.

—¡Ve trás ella! —ordenó el hombre misterioso en las sombras —Atrápala.

Palacio Imperial Cygnus, Sala del Trono.

Kian

Mi corazón está acelerado. Sabía que esto podría pasar , pero ¿Porqué?¿Porqué tiene que ser ahora? Necesito hacer algo pero mi cuerpo no responde. ¡Maldición!

Ederson se posicionó delante de mí con los brazos extendidos.

—No permitiré que le hagan nada —dijo alterado

—Apártese Su Majestad —dijo el oficial.

Ederson giró sobre su eje, me tomo de la muñeca y me jaló hacia la pared izquierda de la sala del trono y una puerta que dejaba ver unas escaleras se abrió. Entramos y se cerró de golpe. Nos apresuramos a bajar y al final estaba una especie de túnel subterráneo.

—Este túnel se conecta con el pueblo —me dijo Ederson —vamos.

Me límite a dar un breve asentimiento con la cabeza porque estaba desconcertado.

Comenzamos a correr a través del túnel hasta que llegamos a otra escalera . Él subió primero y levantó la pequeña puerta por la que entraron los rayos del sol, dislumbrando mis ojos. Ya afuera, me di cuenta que estábamos en el mercado del pueblo y escuchamos el galope de caballos.

El Ejército Real se estaba acercando.

—Corramos —me apresuré a decir.

—Sí, rápido.

Los oficiales estaban muy cerca y de un momento a otro estábamos completamente rodeados. Miré y Ederson aún sostenía mi mano, entonces solté la suya y pude notar como su mirada se centró en mí.

—¡Preparados! —ordenó el jefe y todos empezaron a equipar los arcos.

A este se le acercó un soldado, el cual le habló algo que no pude escuchar.

Hacia nosotros se dirige un corcel blanco, pero no distingo quién se encuentra cabalgándolo. Un poco más cerca me doy cuenta de que es Aeris, que llega a la escena y se baja del caballo. Corre en mi dirección y pronuncia mi nombre débilmente:

—Kian

Sus ojos se cierran y su cuerpo se desploma cayendo en mis brazos.

—Aeris —digo

Se forma un nudo en mi garganta y no puedo contener mis lágrimas.

Todos se encuentran en sus posiciones esperando para acatar las órdenes y el oficial grita:

—¡¡¡Lancen las flechas!!!

—¡¡¡Lancen las flechas!!!

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