Capítulo 01

109 13 3
                                    

Baji no recuerda mucho de su padre. En realidad no recuerda nada de él.
Sabe que es la copia de él, si, por las fotos que decoran las paredes de los pasillos o la sala.

O la del altar que le tiene su madre.

Sabe que era alguien amoroso y divertido. Nada más.

También sabía que había sido alguien que no era para nada devoto y que eso había cambiado cuando conoció a su madre. Quién era devota. Mucho muy. En realidad.

A veces, solo a veces, el fanatismo de su madre le abrumaba en demasía. Más cuando lo obligó a unirse a ellos.

Él no quería ser un "hijo de la iglesia", como solía llamarlos. Después rezaba y se disculpaba.

Pero a veces, solo a veces, pensaba como serían las cosas si su madre no fuera devota. Quizás sería más liberal los domingos y no lo obligaría a despertar tan temprano para que se fueran a la iglesia a la misa que duraba casi tres horas.

No lo negaba, le gustaba ir, sobre todo cuando hacían de comer y les daban, pues las mujeres tenían un sazón espectacular y lo consentían demasiado, siempre se sentía pesado y gordo después de acabar con todos los platos que le daban.

El caso es que, ahora debía volver a empezar su rezo porque se distrajo pensando cosas que no debía pensar mientras pedía a cualquier dios que le estuviera rezando.

Frunció el ceño al no saber que decir o pensar.

Se levantó después de un rato con las rodillas doliendole por el frío piso, iba a su lugar cuando volteo hacia el frente y, dónde había estado él, habían mujeres hincadas, algunas tocaban el suelo con la frente, otras tenían las manos alzadas. Y aunque no podía verlas, ya que le daban la espalda, sabía que sus expresiones eran de pena o arrepentimiento. Ceño y labios fruncidos mientras piden por algo.

O agradecen por algo.

Una sensación rara se instalo en su cuerpo.

Recuerda su infancia, y como siempre era obligado a dejar a Mikey para asistir a la iglesia. Lo obligaban a ponerse de rodillas y hablar con algo que no sabía si existía o lo escuchaba.

Lo obligaban a tomar clases con un hombre que les contaba historias.

Después de pasar aquellas tres horas volvía a casa y después iba a dónde Mikey a seguir siendo un niño y jugar.

Ahora tenía dieciséis años. Sabía que había sido sometido a ser creyente. Lo había leído en internet.

Ese descubrimiento lo incómodo.

Después se arrodilló, oro y pidió perdón por pensar en eso.

Un suspiro abandono sus labios y se dejó caer en la banca larga de madera escuchando las oraciones del padre, quién, a veces, tocaba las cabezas de las mujeres hincadas y oraba con ellas con fuerza. El peso imaginario en sus hombros lo apachurro en la banca.

—Ugh, si, lo escuché, un hombre con otro hombre. Es la peor abominación que podría existir.

—Quién sabe cómo será de grande. O quizás si convencemos a su madre de venir para que escuche que eso está mal.

—Seria bueno eso, eh. Un hombre está hecho para estar con una mujer y una mujer está hecha para servirle a un hombre. Es lo que se dicta.

—Esta sociedad va de mal en peor.

—Y que lo digas.

Un hombre con un hombre. Puaj.
El simple hecho de pensarlo el estómago del chico de cabellos negros se retorció.

God Must Hate Me || Bajifuyu ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora