Capítulo 03

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Cómo era de esperar, Manjiro y Keisuke no habían hablado desde entonces, habían pasado ya cuatro días. Chifuyu pregunto si habían peleado a lo cual Draken solo respondía "ya pasará, tranquilo". Pero Chifuyu no creía que pasaría tan rápido y menos si no hablaban.

Soltó un suspiro y se giró.

—Llevas diez suspiros en menos de cinco minutos. Si estás tan aburrido estás, vete. —gruñó Keisuke, estresado.

—No estoy aburrido, Baji-san.

El de cabellos azabaches bajo la mirada hacia el chico que estaba recostado en su regazo. Nuevamente aquella extraña sensación que siempre se hacía presente cuando sus ojos se encontraban.

—¿Entonces?

—Me preocupa tu situación con Mikey...

Baji rodó los ojos y volvió su vista a su celular, el cuál, al segundo se le fue arrebatado, encontró el ceño fruncido y un ligero puchero en los labios ajenos.

Su estómago se contrajo.

—Keisuke.

—Matsuno.

—Mikey es tu mejor amigo, sea lo sea que haya pasado entre ustedes, tienen que arreglarlo.

—¿Por qué debería ser yo quien de el primer paso? Él no respeta mis creencias.

Chifuyu rodó los ojos e hizo una mueca.

Baji se mordió el labio.

—Al menos intenta hablar con él, si sigues con tu orgullo puedes perder a tu amigo, y no te preocupes, le diré lo mismo a él.

El dedo índice de Baji acarició el ceño fruncido del rubio para intentar deshacerlo, ni siquiera lo pensó mucho antes de tocarlo, dejando sin habla al rubio. Cuando tocaba a Baji el otro huía a su toque como si le quemara y ahora está ahí, acariciándole, demasiado metido en lo suyo como para darse cuenta.

Ninguno dijo nada cuando sus miradas se volvieron a encontrar. O cuando la mano de Baji por inercia, bajo a su mejilla y la acaricio, notando también esas manchitas esparcidas sobre las mejillas ajenas. Era muy bonito.

Chifuyu lamio sus labios.
Baji siguió cada movimiento.

El rubio se inclinó más hacia el toque del moreno y cerró los ojos disfrutando del momento, sintiendo las tan conocidas mariposas en su estómago.

••••••

Las siguientes horas fueron casi iguales, Chifuyu dejaba tiernas caricias en los brazos de Baji o acariciaba su cuero cabelludo cuando el otro no ponía atención.
Estaban en su pequeña burbuja.

Justo ahora, Keisuke acariciaba el dorso de Chifuyu mientras el otro estaba platicando con un compañero sobre una parte del trabajo que no había entendido. Matsuno disfrutaba de aquella piel áspera contra la suya, esos toques eran reconfortantes y calmaban todo su mundo interno.

No podía negarlo más.

Se sentía atraído por Keisuke Baji.

Y es que entro a la escuela nueva esa, se interesó por él, le parecía guapo y tierno por esas gafas enormes que llevaba. Su sonrisa le había suspirar y ese tierno colmillo que se asomaba alteraba por completo su sistema. Ahora que sabía que sus gafas en realidad eran de descanso y que solo las usaba en las clases, las robaba algunas veces. Baji no le regañaba por aquello en realidad, se reía porque le decía que las gafas le quedaban horribles.

Durante esas, ¿dos? Semanas que habían pasado juntos también descubrió que el chico era religioso.

Quizás eso ya no era bueno en la ecuación que tenía.

Cuando su compañero se retiró del lugar se dió cuenta que las caricias en su mano se habían detenido, se giro hacia el pelinegro y pudo darse cuenta que se había quedado dormido. Le quitó las dichosas gafas y se las puso, entrelazó sus dedos y lo observo dormir.

Era tan guapo.

Apoyo su mejilla sobre su brazo y sonrió inconscientemente. Lo del descanso le había provocado un corto circuito en el cerebro, de verdad estaba deseando que lo besara, necesitaba sentir esos labios contra los suyos de una buena vez. Su mano cálida contra su mejilla otra vez.

Dios, Baji lo tenía en la palma de la mano.

Apretó el agarre y se enderezó cuando la puerta se abrió dejando ver al profesor. Suspiro y con mucha pesadez soltó la mano ajena.

Aunque estaban en la última banca, necesitaba apuntar para después pasarle las notas a Baji y no le fuera mal.

••••••

En medio de la oscura habitación, un chico de rodillas a los pies de la cama sostenía con fuerza la cruz que normalmente colgaba en su cuello, las lágrimas gruesas y saladas pintaban sus mejillas mientras rezaba una y otra vez, mientras pedía perdón en cada verso, en cada palabra.

Estaba mal, estaba asquerosamente mal. El ardor y pesadez en su pecho se lo recalcaban. Necesitaba pedir perdón hasta calmar aquel dolor.

Estaba mal, estaba mal, estaba mal, estaba mal, estaba mal, estaba mal...

Dios lo estaba castigando. Por pecador.

Su mayor pecado era ese.

Sentirse atraído por un hombre.

Siendo hombre.

—Perdón... —murmuro sintiendo las lágrimas bajar.

God Must Hate Me || Bajifuyu ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora