🧉

10 0 0
                                    

Empezamos tomando mate en un recipiente de lata con asta de unos diez cm. A ninguno de los dos nos gustaba.
Yo prefería el de vidrio, con té, hierbas de diferentes sabores, a veces un poco de leche.
A el le gustaba el mate lleno de yerba fuerte, de esos que tomas dos sorbos y te explota la lengua de amargura.
Pero no nos importa, porque lo importante es que lo estamos tomando juntos, de la mano, mientras nos damos besos y escuchamos los pajaritos, que están amaneciendo, pero no trasnochados como nosotros, que pasamos las noche descubriéndonos, y oliéndonos, y besándonos cada parte del cuerpo.
Así huelen mis recuerdos; a mates en ese vasito de lata con asta, un poquito de mal aliento mezclado con alcohol de la noche anterior, los labios con sabor a sexo y esperanza de otras muchas mañanas compartidas.
Ahora tomamos mates separados. Yo encontré un vasito de plástico que se lleva bien con mis mezclas y el se consiguió el mate más grande del condado. Desayunamos en lugares diferentes de la casa, mientras cada uno mira sus redes sociales y le da un like a gente que está lejos.
Estamos cerca pero distantes.
Ya no compartimos ni el sabor del mate.

Lo sueltoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora