Esqueleto

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Ellie Sattler se apartó una hebra de cabello rubio de la cara y dirigió su atención a losbaños de ácido. Tenía seis en hilera, con concentraciones molares de cinco al treintapor ciento. Ellie tenía que mantener su atención en las soluciones más fuertes, porquecorroerían la caliza y empezarían a desgastar los huesos. ¡Y los huesos de dinosauriojoven eran tan frágiles! Se maravillaba que hubieran logrado conservarse, después deochenta millones de años.

Escuchaba, sin prestar mayor atención, a Grant, que decía:

—¿Señorita Levin? Le habla Alan Grant. ¿Qué es eso que dice...? ¿Usted tienequé? ¿Un qué? —Empezó a reír—. Oh, lo dudo mucho, señorita Levin... No,realmente no tengo tiempo. Lo siento... Bueno, le echaré un vistazo, peroprácticamente le puedo garantizar que es un basilisco. Pero... sí, buena idea. Sí,puede hacerlo así. Muy bien. Envíela ahora. —Grant colgó y sacudió la cabeza—.Esta gente.

—¿De qué se trata? —preguntó Ellie

—Una lagartija que esa mujer está tratando de identificar. Me va a enviar un faxde una radiografía. —Caminó hacia el fax y esperó, mientras le llegaba la transmisión—. Y ya que estamos en ello, tengo un nuevo descubrimiento para ti. Uno bueno

—¿Sí?

—Lo descubrí antes de que apareciera el joven. En la Colina Sur, horizontecuatro. Velociraptor joven, mandíbula y dentadura completas, así que no hay dudasen cuanto la identidad. Y el emplazamiento parece estar intacto. Hasta podríamosconseguir un esqueleto completo.

—¡Eso es fantástico! ¿Cómo de joven? 

—Joven. Dos, quizá cuatro meses como máximo. 

—¿Y es un velociraptor, sin lugar a dudas?

—Sin lugar a dudas. Quizá nuestra suerte haya cambiado finalmente.

Durante los dos últimos años de su permanencia en Snakewater, el equipo deinvestigadores sólo había desenterrado hadrosaurios de pico de pato. Ya teníanpruebas de la existencia de vastas manadas de estos dinosaurios herbívoros, quevagabundeaban por las planicies cretáceas en grupos de diez o veinte mil animales,como lo harían más tarde los bisontes (búfalos). 

Pero la pregunta que se hacían cada vez más era: ¿dónde están los depredadores?Esperaban que los depredadores fueran poco frecuentes, claro. Estudios hechos sobre las poblaciones de depredadores/presas de los parques de caza de África y de laIndia sugerían que, en términos aproximados, había un carnívoro depredador por cadacuatrocientos herbívoros. Esto significaba que una manada de diez mil dinosaurios depico de pato sólo podían mantener a veinticinco tiranosaurios. Así que era improbableque hallaran los restos de un depredador grande.

Pero, ¿Dónde estaban los depredadores pequeños? Snakewater tenía muchísimosemplazamientos de anidamiento; en algunos lugares el suelo estaba literalmentecubierto por fragmentos de cáscaras de huevo de dinosaurio, y muchos dinosaurioscarnívoros pequeños comían huevos. Animales como el dromaeosaurus, el ovirraptory el coelurus, depredadores cuya altura oscilaba entre el metro y el metro ochenta,debían de encontrarse allí en abundancia.

Pero, hasta el momento, no habían descubierto ninguno.

Quizás ese esqueleto de velociraptor significaba que su suerte había cambiado.¡Y un bebé! Ellie sabía que uno de los sueños de Grant era estudiar la conducta decrianza en los dinosaurios carnívoros, del mismo modo que ya había estudiado la delos herbívoros. A lo mejor, este era el primer paso hacia ese sueño. 

—Debes de estar bastante emocionado —insinuó Ellie.

Grant no contestó.

—He dicho que debes estar muy emocionado —repitió.

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