Pocas veces Doyoung tenía la oportunidad de tener un rato tranquilo, sin gritos, sin canciones infantiles sonando a un volumen infernal –en serio, él no entendía cómo es que la tablet de Yunah podía sonar tan fuerte algunas veces–, sin juguetes tirados que lo hicieran tropezar y sin tener que estar alerta ante el silencio. Solo eran él y su café tamaño grande con crema y leche, ah, y su insufrible compañero de trabajo: Chittaphon.
Ambos trabajaban en el mundo del entrenamiento, Chittaphon era un cantante bastante aclamado por su bonita voz y sus increíbles habilidades para el baile, mientras que él era un compositor y productor. Hacía muchos años que se conocieron gracias al trabajo, tenían que verse constantemente por lo que se hicieron amigos casi sin darse cuenta y aun cuando Ten partió a la capital por una grandiosa oportunidad nunca perdieron el contacto, incluso, años después, él y Ten se reencontraron en la misma empresa. Ten solía bromear diciendo que el destino los quería juntos.
Chitta tenía una personalidad chispeante y atrevida que resultaba cautivadora, tenía muchas cualidades propias de una estrella incluso desde antes de ser tan conocido, sin embargo se mantenía con los pies en la tierra y su carácter trabajador lo empujaba a ser cada vez mejor, cosa que Doyoung admiraba mucho.
— ¿No me contarás nada más? —se quejó el rubio haciendo un ridículo puchero. Sus auriculares colgaban despreocupadamente en su cuello, habían detenido su sesión vocal para hacer unos arreglos.
Doyoung comenzaba a impacientarse y sus superiores también, la canción no era lo suficientemente buena aún y él simplemente no podía entender en qué estaba fallado. Sabía que era cosa suya que la canción no funcionara, no podría ser Ten, él lo estaba haciendo perfecto como casi siempre.
Dándole una mirada rápida al rubio Doyoung le contestó sin más, alzándose de hombros.
— ¿Qué más quieres que te diga?
— Oh vamos Dongs, al menos deberías hablar con él e invitarlo a salir, ya sabes, decirle que necesitas unas clases extra. —Chitta lo miró subiendo y bajando sus cejas de forma sugerente.
El pelinegro gruñó por lo bajo, sabía que era mala idea decirle al rubio que el maestro de su hija era jodidamente atractivo. Bien, quizás en primer lugar no tuvo que utilizar el término "jodidamente", él era un padre, no podía hablar de esa forma. Mucho menos para referirse al joven y guapo maestro de su hija.
— ¿Sabes qué creo? —habló Chittaphon de nuevo. Él evitó su mirada concentrándose en la pantalla de su computadora.
— Realmente no quiero saber.
— Yo creo que estás siendo demasiado duro contigo mismo, ¿cuándo fue la última vez que tuviste algo de acción con alguien además de tu mano, eh?
— No tengo tiempo para eso Ten, te recuerdo que tengo una hija a la que cuidar.
— Pues te recuerdo que Kun y yo estaríamos encantados de cuidar a la preciosa Yunah cuando sea, pero tú realmente solo estás poniendo excusas porque te volviste un mojigato virginal. —lo acusó dándole una mirada de ojos entrecerrados— No tienes sexo desde antes que Yunah naciera, Doyoung aún eres joven y es más que válido que tengas una vida y cosas que hacer que no involucren a tu hija, eso no te hace un mal padre, sigues siendo una persona con necesidades que atender.
Doyoung lo sabía perfectamente, había escuchado el mismo sermón cientos de veces de distintas personas, incluso su madre le rogaba que encontrara pronto a alguien para que dejara de ser un papá oso gruñón, pero él no veía porqué tanto escándalo alrededor de su vida amorosa o sexual, él estaba bien así, no necesitaba a nadie más que a su pequeña bebé.
— Tener sexo no es una necesidad tan importante como para ponerla por sobre Yunah, todo lo que me importa es ella y su bienestar, cualquier otra cosa puede esperar o simplemente desaparecer. —respondió firmemente, pasando su vista ahora entre las hojas en sus manos— Además, no entiendo porqué haces tanto alboroto, solo te dije que su maestro era atractivo.
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profe jae ; jaedo
AléatoireDoyoung siempre había estado muy orgulloso de que su pequeña hija Yunah fuera capaz de hablar con tanta seguridad frente a cualquier persona, hasta que le hizo esa pregunta que lo dejaría en vergüenza frente al joven maestro de la pequeña. - ¿Acaso...