CAPÍTULO 4 "Sentimientos innegables"

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Estaba siendo la cena más incómoda que habían tenido todos en la vida, era como cuando mezclaban a la clase para hacer los trabajos en grupo y nadie sabía como empezar la conversación o romper el hielo.

Todos estaban en su propio mundo y nadie decía una palabra, pero sin dudas los que más incómodos estaban eran Alaia y Oliver quiénes cada vez que trataban "disimuladamente" de poner su vista en el otro terminaban por cruzarse, todo lo que habían hablado hasta ahora fue un "perdón" cuando ambos quisieron a agarrar la misma copa por equivocación y hasta ese encuentro tan simple termino con Oliver bajándole un poco la presión y Alaia con la cara completamente roja.

Tratando de que se rompa un poco el silencio Oliver comenzó a hablar para (según él) "ganarse a su futura suegra"

 — La pasta esta deliciosa señora Roberts.

— Muchas gracias Oliver, me gustaría decir que yo lo hice todo pero no es así, la verdad es que el personal de cocina la hizo, yo nunca logré tener el talento de la cocina— contesta la mayor terminando de revolver su ensalada con la cual acompañaba todas sus comidas.

— Oh... Entiendo— Oliver casi muere de la vergüenza ¿Por qué había dicho eso? Era obvio que la cena la había hecho el personal, además Alaia le había dicho mil veces que su madre era pésima en la cocina.

De nuevo el silencio sepulcral se presentó en el comedor, lo único que se escuchaba eran los cubiertos contra el plato y los vergonzosos apodos de Tomás y su nueva novia, Tania.

— Alaia ¿Comiste algo? Veo casi toda la comida en ese plato— Mercedes le habló a su hija, la cuál tenía la mirada perdida en un punto fijo.

 — Sí mamá comí, pero no tengo mucha hambre en verdad— respondió cansada.

Y de nuevo nadie más dijo nada, pero parecía que los únicos que querían hablar eran Mercedes y Oliver.

— ¿Cómo están tus padres Oliver? No los veo hace tantos años...— recuerda con nostalgia la mujer, ella y la madre del muchacho eran muy amigas, pero cuando sus hijos se distanciaron nunca supo más nada de ella.

Al pelirrojo se le tensó cada músculo del cuerpo al escuchar su pregunta, pero tratando de recomponer su compostura habló disimuladamente.

— Bien— hizo una pausa —mi padre sigue alrededor del trono, ya sabe, muy ocupado con sus tareas, y yo trato de ayudarlo siempre que puedo...

— ¿Y tu madre?

Alaia notó como Oliver había comenzado a mover su pie sin parar, sabía que eso era una de sus señales de estrés o incomodidad, lo conocía muy bien como para saberlo, no quería hacer suposiciones apresuradas, pero sintió que su reacción fue gracias a la pregunta de su madre por lo que sin importarle nada o quien esté ahí, puso disimuladamente su mano en la pierna del chico para brindarle apoyo y que él supiera que ella estaba allí. Aunque no supo si esto lo ayudó o lo empeoró todo.

 — Disculpen, pero ya debo irme, gracias por la invitación y por la hospitalidad, que terminen bien la cena, con su permiso— y con toda velocidad salió casi que corriendo del comedor, dejando a todos con una expresión de confusión, pero a Alaia con una de preocupación.

Alaia sabía que no debería seguirlo, que probablemente era cruzar esa línea que tanto había intentado trazar. Pero algo en su interior, esa parte de ella que nunca dejó de preocuparse por él, la impulsó a levantarse de su silla.

Le lanzó una mirada rápida a Daimon para que tratara de entender que quería que la cubriera de las preguntas de su madre, y cuando este le guiñó el ojo, supo que era su señal para salir de prisa tras la misma puerta por la que había salido Oliver unos segundos atrás.

Luego de buscar y buscar a su "¿amigo?" por la zona cercana al comedor, lo encontró en el patio del fondo del castillo, donde mil veces habían jugado a que ella era una princesa en peligro y él la venía a rescatar de un malvado dragón, aunque de alguna forma ella siempre terminaba salvándolo a el.

— Creo que de nuevo me toca a mí rescatarlo a usted— Oliver se dio vuelta con sorpresa y al ver que solo se trataba de Alaia se tranquilizó —¿Me puedo sentar?

El chico solo hizo un asentimiento de cabeza por lo que ella se sentó a su lado en el pequeño banco.

— ¿Recuerdas cuando me dijiste hace años que la relación con tu madre era muy complicada?— Oliver bajo su cabeza y luego miró a la chica, gracias a que las luces del patio y de la luna le daban en la cara ella podía verlo mejor y notar que tenía los ojos llorosos, como si se estuviera guardando el dolor más grande que puede existir.

— Si... lo recuerdo...

 — ¿Puedo darle un consejo?

 — Claro.

— Sé que pelean mucho y tal vez esto que le voy a pedir será difícil, pero de verdad, disfrutala ahora que puedes hacerlo.

 — ¿Por eso estaba así en la cena?— El pelirrojo no contestó así que ella decidió volver a preguntar —Oliver... ¿Qué pasó con tu madre?

Él solo volvió a poner su mirada en frente tratando de parecer fuerte, pero no se pudo aguantar el lloroso que quería salir de su interior, así que puso su mano en forma de puño sobre su nariz y boca para evitar que se escuchara algún sonido.

El aire frío de la noche no lograba calmar la quemazón en su pecho. Las lágrimas bajaban con un ardor que nunca había sentido antes, como si cada una arrastrara un fragmento del dolor que había reprimido durante un largo tiempo.

— Ella... murió dos meses después de tu fiesta de cumpleaños...

Alaia inmediatamente se alarmó y bajo todas las barreras que había tratado de tener esta noche con él, puso su mano en su hombro y apenas él sintió su tacto se giró hacia ella para rodearla en un abrazo y dejar escapar todo lo que se había estaba guardando para no mostrarse débil con nadie, ni con su padre, ni con el pueblo y lamentablemente ni con él mismo.

— Oliver, no tienes que cargar con todo esto tú solo, no te lo mereces.

 Siempre lo he hecho, creo que es... lo que se espera de mí.

 Pero no debería ser así. Está bien que necesites a alguien...  y si me lo permites, yo estaré allí para tí.

Alaia le devolvió el abrazo mientras lo sostenía para que llorara en su hombro, el pelirrojo lloraba mientras ella trataba de calmarlo como podía haciendo suaves caricias en su suave cabello.

Después de lo que había pasado hace años, Alaia tenía un sentimiento de enojo con Oliver, pero no podía dejarlo sufrir solo, ella podría decir que solo era porque no sería muy cortés de su parte hacerlo, pero en realidad era porque tenía una gran debilidad con el chico, él había sido la persona que la había acompañado por muchos años así que no lo iba a dejar solo, pero definitivamente esta no era su idea de cómo terminaría la noche.

Una Princesa Diferente - Noel CabreraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora